
Represión con votos.
Con el discurso de mano dura y con Patricia Bullrich como la cara visible de esta política, el oficialismo de Cambiemos pretende sacar la cabeza del agua.
Se trata de hablar de inseguridad, ponerse del lado que indican las encuestas, y evitar que el debate de la opinión pública se centre en las penurias que genera el modelo económico imperante.
De paso, y si el electorado anda buscando un Jair Bolsonaro en la Argentina, mostrar que bien puede expresarlo una ministra en funciones que suena cada vez con más fuerza para compañera de fórmula de Mauricio Macri. Pierde peso para ese puesto, –claro– la ministra Carolina Stanley, la que se encarga de las políticas de Desarrollo Social.
Alianza de gobierno. En efecto, puertas adentro de la alianza Cambiemos, Elisa Carrió quedó sola en la crítica al nuevo protocolo para el uso de armas para las fuerzas de seguridad. Disparó por twitter contra Bullrich, su aliada preferida en 2007. Vaticinó el fascismo pero nadie se preocupó demasiado en hacerle el coro.
Macri y compañía miden los daños de la grieta con Lilita. Mientras tanto, ella golpeó donde más duele. Movió demasiado la ligustrina en el Congreso de la Nación cuando el oficialismo intentaba avanzar en el proyecto que prevé el financiamiento empresario a los partidos políticos. Adelantó por las redes por donde irían sus críticas, clamando por transparencia e independencia de la política. El oficialismo -representado por Emilio Monzó y Mario Negri en Diputados- decidió no enfrentarla y patear la pelota para marzo. Supone un fuerte dolor de cabeza para Cambiemos que busca blanquear su alianza con sectores empresarios y sacarse de encima la causa por los aportantes truchos en 2017. Si no sale en marzo, no descartan recurrir a un decreto que legitime el aporte de los privados al proyecto oficialista.
Mejor con peronistas.
El presidente de la bancada PRO en Diputados de la Nación, Nicolás Massot, postuló la necesidad que Cambiemos amplíe su base de sustentación política, lo que en la Argentina siempre quiere decir buscar aliados del peronismo.
El legislador es vocero del oficialismo de “la rosca política” esa en la que comulgan Emilio Monzó y Rogelio Frigerio, más habituados a la negociación con el peronismo que gobierna el interior y adversarios de Marcos Peña y sus modos virtuales de la política. Desde ese lugar, Massot lamentó que un “frente antik” haya devenido en un “frente antiperonista” y habló de la necesidad de una “alianza para gobernar” para la que imagina como socios a los dirigentes de Alternativa Federal que tiene a Gustavo Bordet entre los fundadores.
Por ahí ensaya una salida este sector de Cambiemos, con impredecibles consecuencias en el plano entrerriano.
Peronismo de provincias. Y Massa. Quien sabe el lugar que les termine por tocar en el tablero de 2019.
Los gobernadores de Alternativa Federal -Bordet, Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti, otros- se aprestan a llegar al acto del 19 de diciembre como el lanzamiento formal del espacio del peronismo “del medio”. Prometen movilizar a Parque Norte y en eso están mientras un día cierran la puerta al kirchnerismo, al otro día no tanto y siempre sostienen diálogo con la alianza gobernante.
Tres candidatos a presidente conviven en el espacio. Pero Massa es el más veloz en mandar señales contradictorias, poner huevos en distintas canastas y hacerse tiempo para un acto previo que marque la cancha.