La revista Análisis cumple esta semana 25 años. Si se lo mide en siglos sería un cuarto. Puede parecer poco, pero es una eternidad. Un breve repaso por los temas más escandalosos que se publicaron y la polvareda que se levantó muestra el agua que ha corrido bajo el puente.
Muchos casos ventilados o denunciados por el medio que fundó y dirige Daniel Enz terminaron en la Justicia y, muchos de ellos, con condena. La mayoría con penas menores a las esperadas, pero desde el oficio y la investigación periodística se cumplió con creces. Los peronistas Félix Abelardo Pacayut, Mario Yedro, Domingo Daniel Rossi, Lalo Macri y Gustavo Borrajo, entre otros, pueden dar cuenta de eso. Todos tuvieron que sentarse en el banquillo tras conocerse maniobras fraudulentas que los tuvieron como ejecutores o partícipes necesarios.
-¿Cómo surgió la idea de una revista que salga un viernes y por qué no un dominical?
-Surgió cuando me echaron de El Diario, el 23 de abril 1989. Me acuerdo patente, fue dos semanas antes del nacimiento de mi hija. En realidad la idea nació en un estado de calentura. También había quedado sin laburo, pero como en ese momento era corresponsal de Página/12 tenía contacto con Fernando Sokolowicz. Lo primero que hice fue hacer un taller de periodismo porque no había gente que escribiera. Estaba Antonio (Tardelli), que sabía cómo escribía por las editoriales que hacía en su programa de radio, y lo llamé para proponerle hacer un taller de escritura y así armar, por lo menos, una pequeña redacción. Ese fue el primer paso que dimos para hacer Análisis. Recuerdo que era tres veces por semana. Ahí apareció Luz (Alcain), Violeta (Meyer), Aixa (Boeykens), el Nico (Bachetti) y Pablito Canavalli, entre otros. Me ayudaba también el Nono (Sergio Ruiz) en fotografía. Cuando más o menos teníamos una estructurita lo llamé a Fernando y me tiró unos mangos. Así arrancamos con el primer número, un viernes 6 de abril de 1990. Después decidimos sacar la revista los jueves porque los sábados no había programas de radio y nadie tomaba lo que nosotros publicábamos. Los domingos tampoco era una buena opción por la sencilla razón que ese día estaba muy instalado El Diario.
-La agenda que planteaba la revista era muy diferente a la del único matutino, que tenía un perfil claramente institucional. ¿Había un criterio al momento de seleccionar un periodista?
-Nosotros empezamos a denunciar cosas a partir del caso Calero, en el ‘91. El primer año fue de sobrevivencia y ver cómo nos armábamos. Hacíamos notas de una página. La primera tapa fue con los ‘enganchados’ de Epeer. Me acuerdo que había varios empresarios como el dueño del supermercado Spar. Al día siguiente de la publicación nos llegaron 14 cartas documento, pero no quedaron en nada porque teníamos toda la documentación que respaldaba lo publicado. En fin, todo recién empezaba. Nos miraban como a un pasquín, pero con el tiempo se fue sumando gente y acá estamos.
-Aparece una nueva forma de escribir y de editar si se compara Análisis de sus inicios y El Diario. ¿Fue premeditado, no cabía otra posibilidad que diferenciarse desde esa estética o simplemente se fue construyendo esa identidad?
-Cuando El Diario vio que tirábamos notas que no eran las típicas empezaron a ajustar las tuercas. Era raro, porque lo que generábamos lo hacíamos con nada. La tipografía de los títulos era diferente en algunas páginas porque teníamos que recortar el texto impreso de otro lugar. Pero bueno, logramos, por ejemplo, que El Diario empezara a seguir casos judiciales que hasta el momento no estaba en su agenda. Respecto a la escritura y el estilo se fue dando. Pero la idea siempre fue mostrar algo nuevo y eso se logró.
-¿La financiación?
-Teníamos muy poca publicidad. Cuando arrancamos nadie se planteó que iba a cobrar un sueldo. El proyecto era largar y ver qué pasa. ‘Hagamos un medio y vemos si nos ganamos un lugarcito’ era la consigna. No había una promesa concreta en lo laboral. Insisto, creo que el caso Calero fue el inicio de una etapa. Con esa investigación demostramos que estábamos haciendo algo diferente a lo que hacía El Diario.
-Hubo un grupo de jóvenes –según contabas- que apostó a un proyecto periodístico ante cualquier cuestión laboral. ¿Hay más de eso ahora que antes o no?
-Ninguno de los que hicieron el taller trabajaba con algún funcionario. Se acercaron para apostar a un proyecto periodístico. Se trabajaba 12 horas para ver si lo que se estaba haciendo iba a andar. De un sueldo, ni hablar, pero cuando salió Análisis a nadie se le ocurría golpear una repartición del gobierno para pedir laburo. Hoy eso es lo más común. Muchos pibes primero prueban suerte en Casa de Gobierno, después ven si trabajan en un medio.
-Lo digital se llevó todo por delante. ¿Hay espacio para un medio impreso?
-Estamos en una etapa de resistencia en lo que respecta a los medios impresos. En 15 o 20 años los diarios no van a existir más. Sin dudas el mercado se va achicando y volcándose a lo digital. Por eso nosotros pasamos de semanario a revista quincenal o a tener una periodicidad de 21 días. La gente prefiere leer notas más cortas pero en mayor cantidad. En lo que respecta a Análisis, el lector lee las dos o tres notas que sabe que no las va a encontrar en otro medio. Pero incluso lee la versión digital, que es sólo una pequeña parte del informe. Se ha perdido la costumbre de leer una buena nota de 400 líneas. Es una pena, pero es lo que pasa. Está la idea de enterarse de más cosas, pero lo más básico.
-Fuiste director de Hora Cero. ¿Qué provocó esa experiencia en el proceso de Análisis?
-Yo tenía una meta de hacer un diario desde el momento mismo en que me llegó el telegrama de despido. Pero sabía que había etapas. En los inicios del año ‘93 lo empecé a hablar a Fernando y decirle que había margen en Paraná para otro diario. Mientras tanto Análisis venía creciendo. En diciembre de ese año estaba en Paraguay investigando un caso cuando me llamó Fernando para avisarme que había comprado las rotativas. La idea era largar en abril o mayo del ’94. En ese momento estábamos con Antonio y Sergio Gómez y empezamos a pensar en un equipo. Me fui a Buenos Aires y me encuentro a Miguel Marizza y Carlos Gorosito en la casa de Fernando. A Marizza lo había denunciado varias veces en Análisis. Fernando me lo presenta como un socio minoritario. Me enteré ahí como venía la mano. Lo cierto es que me comí el sapo y tomé la decisión de no tirar todo por la borda y les exigí que la parte periodística la iba a definir yo. Aceptaron. Después de dos años Fernando le vendió a Marizza acciones, lo que significaba que tenga más decisión en el diario. Decidí irme el 15 de julio del ‘96. Al Hora Cero lo destruyeron, pero publicó cosas importantes. Por ejemplo el negocio de la compra de un helicóptero de Horacio Mori. Tumbamos el negociado de las privatizaciones de las cocinas de ATE que implicaba también al Pacha y denunciamos el control vehicular, entre otras cosas. Pero todo se empezó a caer cuando entró el gobierno como socio a través de Mori. Me fui y retomé Análisis. Y conmigo se fueron varios periodistas.
-¿Si un presagiador te dice que se va a inundar el archivo de Análisis y no va a poder hacer nada, pero te da la posibilidad que elijas cinco números para que se salven, cuáles rescatarías?
-Guardaría el número uno, pero por una cuestión simbólica. La primera tapa de Augusto Alasino también. Fue la primera vez que una nota nuestra tuvo impacto a nivel nacional. Recuerdo que salió en el momento justo cuando el menemismo era muy cuestionado. Más acá, lo de Ilarraz, por lo que significó y significa. Los temas de corrupción pueden ser también los elegidos. Las tapas de Domingo Daniel Rossi, por lo que significó toda esa historia para un pueblo entero. Las cuentas del ex ministro Lalo Macri en Suiza. Esa fue fuerte. Porque siempre se decía que era un mito lo de las cuentas en Suiza de algunos funcionarios y nosotros pudimos publicarlas. La pregunta que se le hacía el lector con esa nota era si había otros funcionarios con plata afuera.

