
“La difícil apuesta de lo común” fue el tema abordado por el filósofo Eduardo Rinesi en el marco de un ciclo de conferencias sobre “Discursos de odio. Una mirada desde el ámbito educativo”, organizado por el Sindicato Argentino de Docentes Privados (Sadop).
En lo que fue el primer encuentro impulsado por la seccional santafesina del gremio, Rinesi llamó la atención acerca de la fragilidad de lo que se considera “común” en los tiempos que corren. “Eso que tenemos en común, es cada vez menos algo inmediato y evidente. Lo común, por lo tanto, requiere una apuesta, una militancia, una construcción. Lo común está fuertemente erosionado, lastimado. Imperan fuerzas centrífugas que nos alejan. Hoy lo común es algo extraño, inapropiado, inadecuado. El otro es enemigo, adversario, eventualmente un portador de órganos”, ironizó respecto de representaciones instaladas en la disputa con el discurso oficial y particularmente con la palabra del Presidente.
Marcó Rinesi el modo en que “la fraternidad” pasó a estar bajo sospecha, “así como el compañerismo”. “Hoy añoramos algo que alguna vez formó parte de nuestra experiencia subjetivante, nuestra politicidad. La polis era el lugar de realización plena de nuestra humanidad. Así lo postulaba Aristóteles que nos decía que el individuo es un bicho naturalmente político”, dijo y evocó las representaciones griegas del hombre que “tiende a la sociedad, se realiza con los otros en esa polis que no integraban mujeres, niños, esclavos ni idiotas. Lo privado era la privación de lo social. Solo hoy lo privado tiene sentido positivo. Las mujeres estaban privadas de realizarse en su humanidad con los otros”.
Consideró que algo del odio emerge ahí: “El odio a los que no entran, no caben, no encuentran lugar. El orden social tiene que inventar un odio para pretextar la ventaja frente a los otros, frente a los excluidos”, dejó planteado Rinesi esa idea que retomó luego.
Exclusión
El conferencista recurrió a otro escenario y otro tiempo, descripto por Carlos Marx en El XVIII Brumario de Luis Bonaparte, “un libro brillante, a medias hegeliano, a medias shakesperiano, que linda con el pintoresquismo. Aparece ahí la idea de lumpenproletariado con la que Marx define a los que se dedican a ‘los oficios’, los organilleros y otros, los personajes que están de más, que no son obreros que sacan plusvalía. Marx expresa un fuerte desprecio político, moral, estético. Es muy injusto con los lúmpenes, como si no se diera cuenta que era la masa excedente del capitalismo. Hay gente que sobra. Nunca el capitalismo fue un sistema eficiente. Expulsa, excluye, produce sobrantes humanos y produce sobrantes de capital también”.
Cita Rinesi al antropólogo Darcy Ribeiro que encuentra en ese lumpenproletariado la base del proceso civilizatorio latinoamericano: “Los europeos de los barcos son los expulsados por el capitalismo que serán la base de la conformación demográfica de nuestros países”. El capitalismo mostraba sus fallas: “Marx cree que el capitalismo está a punto de estallar. Leerlo da la sensación de inminencia, pero estaba equivocado. El capitalismo tenía varios ases en la manga”.
El Estado benefactor fue una de las salidas “para regular la lucha de clases”. Así fue para América Latina y para Argentina, “un capitalismo progresivo, inclusivo, metiendo gente dentro de la vida moderna”, marcó como característica de buena parte del siglo XX. “El carácter fuertemente excluyente del capitalismo argentino arranca en el 75”, diferenció Rinesi y se explayó respecto de la transformación estructural que la dictadura le imprimió al país con feroz impacto económico y social. Menciona un país que entra en la dictadura siendo “homogénea por abajo, con una burguesía que se pelea por arriba” y resume que “siete años después, es al revés, una burguesía concentrada, unificada con sectores populares astillados, atomizados que ponían en jaque la vida en comunidad”.
Lo grafica del siguiente modo: “Alfonsín, en el 83, le hablaba a un auditorio pulverizado. Luder (el candidato del peronismo en ese entonces) decía ‘compañeros’ y nadie sabía de qué hablaba”, dijo y sugirió luego otra correlación entre dos liderazgos y dos contextos distintos: “Un médico por allá, decía Alfonsín y hay una correlación, tal vez, con ‘la patria es el otro’ de Cristina Fernández. Un médico por allá, para un individuo en un momento, la patria en cada uno que sufre en el otro”.
Neoliberalismos
Rinesi caracterizó distintos momentos del neoliberalismo en Argentina, citando a Gisela Catanzaro en el libro Espectrología de la derecha. “Conocimos primero el neoliberalismo combativo, el de Videla y Martínez de Hoz. El neoliberalismo de guerra”, repasa Rinesi y alude luego al “neoliberalismo menemista, ese neoliberalismo hedonista, consumista, que no nos amenaza con matarnos si no que nos invita a comprar en cuotas. Las joyas de la abuela para la fiesta”, definió.
Señaló luego, siempre con el texto de Catanzaro como guía, al “neoliberalismo de Mauricio Macri que rige hasta el presente”. “Es el neoliberalismo punitivo, el que nos dice ‘estás con nosotros o te vamos a cagar a palos’. Te dice que sufrimos para pagar la deuda de la fiesta que te tomaste. Ese neoliberalismo ganó elecciones libres. Es el neoliberalismo odiante. Necesita generar discursos de odio hacia todos aquellos para los que no tiene respuestas. Necesita estigmatizar y echar la culpa de las desgracias del conjunto a los excluidos. Siempre es así con el capitalismo. Siempre alguien se queda afuera”, profundizó Rinesi en la conferencia.
El excluido, en ese marco, “es el chivo expiatorio, es la víctima y le echamos la culpa de su exclusión”. El resultado, la desaparición de la idea de comunidad con esos otros, con esos excluidos: “No tenemos nada en común con los zurdos de mierda. No hay nada que conversar, no hay legitimidad en su reclamo y por lo tanto la única respuesta posible es la represión más feroz”, advirtió. Desaparece la comunidad, recrudece el odio en un escenario político y social “en el que nos quedamos cada vez más solos, con el agravante del carácter individualizante de las tecnologías”.
Esperar
Cerró su conferencia, Rinesi, evocando “un gran libro” de 1931: El hombre que está solo y espera, de Raúl Scalabrini Ortiz. “Fue escrito en un presente tremendo. Hay hombres que se sienten solos, humillados, como muchos nos sentimos hoy. Son humillantes los insultos y uno dice ‘como puede ser que nos gobierne este tipo’. Estamos solos, humillados, derrotados. Así, igual que el hombre de Scalabrini que al caer la tarde se reúne con otros en un bar, en la misma mesa. Esos hombres no conversan casi, suspiran cuando suena la vitrola. Acababa la experiencia del yrigoyenismo, gobernaba el presidente Uriburu, de la mano con la miseria, la violencia política. Sin embargo Scalabrini dice que el hombre que está solo, espera. ¿qué espera? ¿quiénes eran esos hombres? Los más viejos, tal vez habían participado en la revolución del 90, o en la de 1905. Seguramente habian votado a Yrigoyen con las dos manos. Tal vez tenían un pariente que había sido parte de la Córdoba de 1918”, imagina Rinesi.
“Como nosotros, eran insultados, odiados, se sentían humillados. Sin embargo, esperaban. Nunca somos solo eso, solo derrota. Somos esa desazón pero también somos la memoria de luchas, de sueños” dijo y concluyó: “También somos parte de los 6 de cada 10 que va a votar. Porque tenemos derecho y obligación a la esperanza”.
Fuente: Página Política