El peronismo tuvo su primera reunión post electoral el sábado en Aldea San Antonio, al lado de Gualeguaychú. Fue la primera vez que los dirigentes se vieron las caras y le dieron al encuentro un carácter institucional. Sentaron a la mesa a legisladores electos, legisladores provinciales, intendentes y el ex titular de la Unidad Ejecutora Ferroviaria de Entre Ríos (Uefer), Carlos Molina.
El documento emitido no contiene una sola autocrítica. Excepto un párrafo que refiere a la mala experiencia de un gobierno “loteado”, en el que no se aclara, pero se infiere que es el de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Se reconoce allí la necesidad de combatir la inflación y administrar sin déficit ni endeudamiento. Lo demás es un catálogo vetusto de lugares comunes con apelaciones al federalismo, la calidad institucional y la transparencia. Todo para que en la vereda de enfrente los cataloguen de kirchneristas, sin serlo, y los derroten en las urnas.
Este tipo de textos no tiene otro destinatario que los peronistas. Es precisamente por eso que lo ocurrido el sábado debió tener alguna definición, sobre todo tras la derrota inesperada por la diferencia. Una consigna que genere expectativa. La promesa de constituir mesas de trabajo no pareciera ser cautivante. Las sanciones para quienes jugaron por fuera de la estructura se habían instalado como tema excluyente. Ni se mencionó. Probablemente haya sido la mejor decisión. El PJ de Paraná, incluso, subió la apuesta 24 horas antes cuando pidió también contemplar un castigo para los que no hayan votado con la mayoría en la Legislatura. Básicamente en el Senado. Justo el cuerpo donde los que llegan tienen que salir a buscar el voto.
La crisis del peronismo entrerriano se la puede buscar en la que padeció la UCR a partir de la debacle en 2001. El centenario partido se transformó en una cooperativa de caciques predispuestos a sobrevivir con una candidatura entrable en la oposición o una planta en la administración pública, mejor en la Legislatura. El PJ se adelantó. Jubiló a toda una generación a temprana edad, justo la que le viene siendo refractaria al peronismo y forma parte del 39 por ciento del padrón.
Hace una década, los cronistas que se encargaban de las coberturas de los actos de Sergio Urribarri y Jorge Busti podían advertir dos imágenes bien diferentes. Una mostraba al gobernador de entonces vitoreado por una legión de jóvenes, mientras que a quien había alcanzado la Gobernación en tres oportunidades lo seguían veteranos. Busti no logró conectar con la juventud por su posición frente al kirchnerismo. La pregunta es dónde está la generación joven urribarrista.
En 2023, si la elección se desdoblaba como pretendían también sectores importantes del peronismo creyendo en las ventajas de tener el Estado, Adán Bahl hubiese perdido por la misma diferencia que hace tres domingos. Las épocas no se construyen de un día para el otro.
Fuente: Página Política
