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OPINIÓN

Hidrovía. La defensa de nuestros ríos y el tiempo de alternativas

Un debate que vuelve en el marco de la Ley Bases. El modelo productivo, la otra cara.

Por Nadia Burgos (*)

 

La orientación de la burguesía en maximizar ganancias tiene particularidades a lo largo de la historia. En la actualidad la crisis capitalista mundial es sistémica, la burguesía atrapada en su propio laberinto, de pérdidas sostenidas de ganancias, de incertidumbre económica y de consecuencias sociales abrumadoras ubica al extractivismo como un aliado central para revertir su dinámica de caída. El desarrollo de fuerzas destructivas de la naturaleza y de modos de producción de sobreexplotación o despojo generalizado nos están conduciendo a caminos de no retorno. 

Particularmente en nuestro país el rol estratégico que juega el extractivismo para la burguesía lo vemos en la cooperación entre los principales partidos burgueses, el capital financiero y las corporaciones, es decir, los sectores más concentrados del capital. Hoy un ejemplo claro de esta orientación lo muestra la ley bases y específicamente el RIGI como un mecanismo que combina una expectativa económica con un modelo de país. La extranjerización de nuestros bienes comunes, la búsqueda de consolidarnos como país productor de materias primas, sin permitir el desarrollo industrial, es un salto colonial y de pérdida de soberanía. Esta orientación capitalista extractivista se revela claramente en las políticas que hace años vienen aplicando a nuestros ríos y a toda la cuenca del Plata, más precisamente a la llamada Hidrovía Paraná- Paraguay.

Los ríos son un bien común indispensable para la vida, pero el Estado y los mercados ven a nuestros ríos desde una perspectiva mercantil, así la mal llamada Hidrovía es considerada un “corredor natural de transporte fluvial”, que tiene más de 3.400 kms. de largo, entre los ríos Paraná y Paraguay, y permite la navegación continua entre los puertos de Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, terminando en el Río de la Plata, favoreciendo la salida al Atlántico. 

Los últimos años se popularizó el debate sobre el control de la Hidrovía y paralelamente se aceleró el proceso de pérdida de soberanía. No solo por la privatización sostenida de los puertos, sino por el casi nulo control sobre lo que se transporta y se comercializa. El ex presidente Alberto Fernández terminó su gobierno con un regalito de extranjerización firmando el texto que ordena la colaboración conjunta entre la Administración General de Puertos (AGP) y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos, el 30 de noviembre de 2023, al que le antecedió el decreto 949/20 que prácticamente sepultó cualquier posibilidad de avanzar con las obras del canal de Magdalena para garantizar una salida propia al océano.  Le entregaron en bandeja a Milei, gobierno cipayo si los hay, la firma del acta de inicio de ese acuerdo realizada el 5 de enero. Todo el contenido del acuerdo fue en principio secreto, al servicio de rifar la poca soberanía que nos quedaba en la Cuenca, y gracias a la lucha de distintos sectores como La Asociación Argentina de Abogadas/os Ambientalistas se logró acceso al texto del memorando. No queda duda que si es secreto y si está EE.UU involucrado no puede ser muy alentador para los pueblos y los territorios de la región. Esta alianza criminal cerró un acuerdo histórico, que entrega la tutela de nuestros ríos al ejército de EE.UU y el control operativo del mismo a las corporaciones, principalmente del agro y mineras. Y que habilita la carrera por la nueva concesión, disputada por las históricas empresas belgas, neerlandesas, por la “nueva” competencia China y por las favoritas de Milei: las empresas estadunidenses. 

Mientras un sector del progresismo se escandaliza solo por la pérdida de divisa que significa esta entrega y contabiliza los dólares que no van a entrar al país por la falta de cobro de tarifas de circulación estatal, el sector exportador de cereales y bienes industriales espera ansioso la resolución y sigue su exigencia del aumento de la profundidad del río de 34 a 42 pies, porque para la explotación y el despojo nunca hay límites y la voracidad capitalista siempre quiere un poco más. Así el debate se esfuma entre discusiones capitalistas y la repartición de una torta que excluye al pueblo sistemáticamente. 

Democracia obrera para decidir, intervención social para producir lo necesario 

Las poblaciones que vivimos a la vera del rio Paraná sufrimos las consecuencias de estas políticas de despojo y sacrificio. Solo por poner un ejemplo el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, valoró el trabajo conjunto que se va a realizar y enfatizó los beneficios del trabajo técnico para la gestión de esta “infraestructura crítica” es decir nuestro Río Paraná. Para clarificar: el Cuerpo de Ingenieros del Ejército EE.UU son quienes administran la “Hidrovía” del río Misisipi. Desde esa experiencia apelan a las similitudes en términos de características entre ambos ríos de llanuras, y centran esas similitudes específicamente en las características en tanto Vías Navegables y su rol troncal para el comercio internacional, el transporte de las cosechas agroindustriales, y sus extensiones. Lo que claramente no mencionan es cómo esa utilización extractivista del río tiene una contracara concreta: el efecto ecológico de la intervención de la producción capitalista en el río, y los territorios. La pérdida de biodiversidad y consecuencias ambientales y sociales en el Misisipi son terribles. Concretamente el deterioro del río por las políticas producidas desde las perspectivas de “vías navegables” son tales que ya existen estimaciones de la imposibilidad de recuperar las condiciones naturales del río y los territorios. La construcción de represas, el dragado cada vez mayor y la constante utilización del río como una autopista de barcos de gran porte generan consecuencias irreversibles, y esa es la proyección que quieren profundizar en nuestro río Paraná. 

Desde nuestra perspectiva ecosocialista tenemos otra mirada, estamos convencidas que son las necesidades sociales las que tiene que primar y que es por vía de una democratización plena como se tienen que tomar las decisiones en cuestiones tan estratégicas, sin secretismos y sin omisiones.

 Porque el debate no es solo cómo utilizamos el río, no es solo qué se transporta, no es solo cuáles son los actores que intervienen en las “vías navegables”, en el control de los puertos; es además cómo y para quiénes se producen. El agronegocio, la megaminería, en tanto modos de producción, el narcotráfico en tanto expresión de la descomposición productiva y social, las inundaciones, la contaminación, los problemas energéticos en tanto “modos de utilización” de nuestros ríos son los que nos tiene que servir de alerta para saber que esto no va más. Históricamente fueron las necesidades de las corporaciones las que primaron en los debates sobre la Hidrovía, hoy tenemos que luchar para que seamos las poblaciones las que podamos decidir y nuestras necesidades las que puedan atenderse. Denunciar a los gobiernos que nos entregan, rechazar la Ley Bases, el DNU y la injerencia militar yanqui, organizarnos y conquistar este derecho democrático central para decidir sobre nuestros territorios, con la estatización de los puertos y el comercio exterior con control social, con la transformación radical de los modos de producción con reforma agraria agroecológica, que contemple el reparto de tierras y la consulta democrática sobre el qué producir. Tenemos que frenar esta economía atada a las multinacionales como prioridad, en un mundo en crisis capitalistas, la perspectiva socialista y democrática nos tiene que marcar el camino, recuperando el presente para tener futuro.

 

(*) Ex candidata a diputada provincial y referente de la izquierda en el MST.

Fuente: Página Política
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