
Hasta ahora debe estar recibiendo llamados de todos lados felicitándolo por el resultado del domingo. Los guarismos alcanzados no estaban, ni siquiera, en los trabajos de Aurelio. Tampoco las encuestadoras locales preveían semejante diferencia del oficialismo ante Cambiemos. Los tracs de los últimos días que se hicieron con consultas presenciales invitaban a ilusionarse con romper la barrera de los 15 puntos que tiraban los resultados de la semana previa al acto eleccionario.
Edgardo Kueider institucionalmente es el secretario general de la Gobernación. Pero, en rigor, es el hombre de confianza de Gustavo Bordet. También el armador político y el estratega electoral. Quienes lo frecuentaron esta semana cuentan que recibió elogios de todos lados. ¿Estarán los que lo responsabilizaron de “la peor derrota del peronismo” hace dos años?
El resultado voluptuoso de Bordet conjuga una serie de elementos políticos y comunicacionales. Todos se manejan desde la consola de Kueider. Allí se pergeñaron los acuerdos con los 10 partidos que hoy integran el frente Creer.
También se trazó el perfil que debía tener el Gobernador ante una sociedad despolitizada. Eso explica, quizás, por qué la campaña fue de baja intensidad. A José Cáceres, tras el triunfo, se lo consultó sobre qué debería hacer el peronismo de Paraná de caras al 9 de junio. La respuesta fue auténtica y didáctica: “Dejar de romper las pelotas”. Lo enmarcó en el malestar de la gente que, en buena parte, se lo adjudica a la clase política.
La campaña de Bordet se estructuró en dejar que los hechos se impongan sobre la narrativa proselitista. Sólo había que diferenciarse. El Gobernador no se movió un centímetro del libreto: poner a Entre Ríos en la categoría de previsibilidad y ubicar al gobierno nacional en la del caos. El #SonLoMismo terminó mellando en Atilio Benedetti. La lápida al radical se la pusieron Mauricio Macri y Rogelio Frigerio con su visita sorpresa 10 días antes de que las urnas den su veredicto. Los focus group de Kueider terminaron siendo más afectivos que los de Jaime Durán Barba.
El otro elemento es menos pragmático y se retrotrae a los inicios de la gestión. Bordet no quiso construir bordettismo, es decir una tropa que le responda condicionalmente. Tiene a comunistas y kirchneristas que no escatiman críticas al mandatario. Sin embargo no rompe. No está en su personalidad.
Por azar o no, el Gobernador se transformó en un ejemplo a seguir en el mapa nacional. Reunió a propios y ajenos en pos de que el peronismo tome el poder a partir del 10 de diciembre. Su estrategia la aplaudieron el kirchnerismo y el peronismo tradicional desde la tribuna porteña.
Bordet tampoco quiere ser un líder indiscutido. Sí un líder. Ese liderazgo lo ratificó este domingo en una elección sin precedentes. Se dio lo que Carlos Fara definió hace unos días en una entrevista local: “Un líder es cuando convierte su buena imagen en votos”.
Otro detalle abona al perfil del Gobernador. Desde la usina de comunicación no se emitió un solo parte de prensa con declaraciones aduladoras hacia él. Excepto el análisis de Marcelo Cassaretto.
El 9 de junio asoma una final cantada, en la que en el oficialismo sólo se acomodarán detalles. El 10 de junio empieza otra película. La nacional.