El acto inaugural del Festival Internacional de Cine en Entre Ríos (Ficer), el martes, dejó una punta sobre las pretensiones políticas más inmediatas de Gustavo Bordet.
En el Centro Provincial de Convenciones y ante una platea repleta de funcionarios y dirigentes que no se quisieron perder el glamour del evento cultural, quizás el más importante que tiene la provincia, el Gobernador llamó a garantizar la equidad de género. Fue una respuesta elegante a las referencias que había hecho su antecesora en la palabra: la directora del Ficer, Celina Murga. La reconocida cineasta entrerriana, en su largo recorrido sobre la significancia del festival, abordó el feminismo y saludó que el evento haya tenido a varias mujeres como protagonistas.
El mandatario levantó el guante feminista y adelantó que se encargará del tema. Cuando se bajó del atril en busca de su butaca se cruzó con un grupo de legisladores que estaban en primera fila, miró al senador Ángel Giano y le espetó: “Hay que sacar la ley”. Giano presidirá la Cámara de Diputados. La norma a la que se refería Bordet es la reforma política, una de las principales iniciativas que quedó trunca como consecuencia de la interna con Sergio Urribarri. En el segundo mandato, como es tradición, el Gobernador tendrá sus propios delegados al frente de las cámaras.
Casualidad o no, un día después de la inauguración del Ficer, la senadora oficialista por Feliciano, Miriam Espinoza, presentó un proyecto que implemente la equidad de género en el gabinete provincial. A Bordet esa cuestión no debe por qué hacerle sombra, tiene tres ministras en su equipo de colaboradores: Rosario Romero (Gobierno), Laura Stratta (Desarrollo Social y vicegobernadora electa), Sonia Velázquez (Salud), además de la presidenta del Consejo General de Educación (CGE), Marta Landó; de Vialidad, Alicia Feltes; y las secretarías de Turismo y Cultura, Carolina Gaillard; de Comunicación, Maricel Brusco; y Modernización, Lucrecia Escandón.
Los inconvenientes no están en el gabinete, sino en la listas de diputados. Cuando se intentó llevar adelante el debate sobre la reforma política, que incluía la equidad de género, oficialistas y opositores miraron para el costado sobre el asunto. No es para menos. Una nómina con la mitad de integrantes mujeres y la boleta única, que implicaba uno de los principales puntos del proyecto, constituía un atentado contra las viejas cooperativas políticas que hace años se aseguran un lugar en la Legislatura. Algunos opositores a la reforma cambiaron de parecer cuando en la categoría para senador Bordet no los dejó ir a todos en su boleta sábana.
El proyecto de reforma fallido no sólo transparentaba el acto electoral con la boleta única papel, sino que tenía previsto abrir el debate sobre el financiamiento de las campañas, tema excluyente en Entre Ríos donde tramitan dos causas judiciales de envergadura: el financiamiento de la campaña de Sergio Varisco a través de una banda de narcotráfico; y el desfalco del 40 por ciento del presupuesto del Poder Legislativo canalizado por una asociación ilícita durante 10 años. La dirigencia aduce que la política se financiaba de esa manera, pero si se repasan las campañas políticas y se investigan los patrimonios, quizás se tenga un resultado más ajustado a la realidad.
La reforma es mucho más que un cambio al momento de elegir un candidato el domingo de elecciones, implica reformular la cultura de constituir una propuesta política con los cánones sociales del siglo XXI y sepultar las peores prácticas asumidas desde la misma política que ha contribuido a su descreimiento.
