Beatriz Demonte entonces no estaba sola. Pero seis meses después, sí: Oscar Montaldo, médico, delegado de los empleados del Hospital San Marín, su esposo, murió a los pocos meses del estallido de la crisis, y ella cree que ese final fue, de algún modo, producto de todo aquello, de toda esa revulsión social.
“Viendo hoy todo aquello, uno lo mira desde otro lugar, porque en parte la crisis ya quedó superada, pero en ese momento vivíamos situaciones muy dramáticas. Encima, nadie podía pensar en algo que pudiera superar el momento. Era tan cerrada la crisis, que no se podía pensar en salir, sino en sobrevivir como fuera. En ese dramatismo, lo mío fue terrible: la crisis coincide con el proceso de mi marido, que fallece a los seis meses”, cuenta ahora.
El proceso, nombra con esa palabra, proceso, al dolor, la enfermedad, la muerte. “Aquello fue como un detonante, algo que lo afectó. Oscar estaba trabajando en el Hospital San Martín, y era delegado, y le tocaba estar en una situación contradictoria: no dejar de atender a la gente que más lo necesitaba, pero a la vez ponerse al frente de las asambleas de trabajadores. Fueron días muy angustiantes”, recuerda.
Nombra otro dolor, la falta de justicia, la impunidad de las responsabilidades políticas por aquella debacle en la provincia. “Es muy doloroso que a esta altura tengamos todavía impunidad. Queda esa amargura”, en eso queda.

