
En el marco del ciclo sobre “Discursos de odio”, organizado por Sadop Santa Fe, disertó el sociólogo Daniel Feierstein quien abordó específicamente el impacto del asunto en el ámbito escolar.
El investigador acuñó el concepto de “prácticas sociales genocidas”, a partir del cual propone mirar el genocidio desde la sociología, atendiendo a prácticas sociales que son su condición (estigmatización, hostigamiento, aislamiento, debilitamiento sistemático) como las consecuencias posteriores (realización simbólica, negacionismo).
En la conferencia, Feierstein puso de relieve la erosión de la inhibición que viene de la mano de la socialización secundaria, de la interacción social de los sujetos. “Los gobiernos de derecha tienen como característica la desinhibición total. El gobierno de Javier Milei es el más extremo pero se enmarca en una crisis global”, señaló.
Tres pilares
Feierstein se ocupó de reseñar tres aspectos imperantes en la vida social, abonados por izquierda y por derecha del arco político, que han hecho posible el imperio de los discursos de odio.
Por un lado, mencionó el crecimiento del “esencialismo identitario” que supone tratar a “la identidad como algo estático, algo esencial” lo que históricamente “ha sido la base del fascismo pero también de ciertas expresiones del progresismo que adscriben a la misma consigna”.
Puso como ejemplo, de lo dicho, la posición imperante en los movimientos feministas que “hacen una construcción identitaria en espejo” segun la cual “los hombres serían el mal frente a las mujeres”. “Todos los hombres son potenciales opresores; se deslegitima al hombre por ser hombre, como en la mirada colonial que mira al otro en inferioridad. Del mismo modo, se ha construido la idea de los pueblos originarios como el bien y el blanco, siempre, como el mal”, mencionó y remarcó que “el asunto es la opresión que nunca se juega en clave esencialista”. Según Feiersten, esta mirada deriva “en el juego desinhibitorio” y en el empobrecimiento del debate.
En segundo lugar, mencionó el disertante “el relativismo” que se ha impuesto como paradigma por izquierda y por derecha. “Desde el fin de la guerra fría se debate acerca de la verdad. Esa idea de la verdad fundada en datos, la verdad para dar nuestro argumento, se cayó, se deconstruyó, se desarmó ese acuerdo”, dijo y puso como prueba que sea posible “el movimiento antivacunas, el terraplanismo y un debate en el cual la palabra de cualquiera vale lo mismo, vale igual. Es igual estudiar 20 años para hablar de salud que no hacerlo y en este escenario no hay manera de zanjar los desacuerdos”.
Finalmente, advirtió sobre la fragilidad de “la norma”. “Se cuestiona toda norma”, hizo notar y marcó que la idea de revolución supone quebrar la norma, contra el conservadurismo que insta al cuidado de la ley para que nada cambie. En el imperio de la idea “no es necesaria ninguna norma” es adecuada la consigna “viva la libertad carajo”, mencionó. Ubicó la norma como condición de la cultura y la vida en sociedad mientras que lo contrario, la falta de norma, “es la guerra de todos contra todos” y la oclusión del debate.
La escuela, los medios
En la conferencia organizada por el gremio docente, Feierstein apuntó luego la consecuencia de estos pilares para los discursos de odio en la dinámica escolar. “El impacto de todo esto es un desastre. Se atada la figura del docente que sufre un golpe en distintos niveles. Un ataque salarial porque el de los docentes es uno de los trabajos peor remunerados, compitiendo con el empleo doméstico. Se cae la figura del prestigio, se cae la autoridad”, remarcó el disertante.
“Al mismo tiempo, un poco antes de este gobierno, se dio la persecución política al docente. Sucedió con los sumarios que se dieron en el marco del caso de Santiago Maldonado y el tratamiento de la desaparición en el ámbito escolar. Se instaló la idea del adoctrinamiento”, dijo y añadió “la crítica particular al sindicalismo docente, la estigmatización”.
Agregó que desde el discurso oficial “se apunta a instalar que la excelencia académica es la que ofrece la escuela privada y ahora ese debate se da con la universidad privada que empieza a competir con la estatal en términos académicos”.
Mencionó que el ataque a la figura del docente tiene la particularidad en la escuela privada de instalarse en la idea de “yo te pago el sueldo”. “El docente aparece como un empleado del estudiante y eso ahora se traslada al Estado y sus trabajadores: ‘viven con la mía’”, resumió.
Feierstein marcó al periodismo y al mundo de los medios como dando el puntapié inicial para abrir el juego a los discursos de odio: “La destrucción general de las reglas para el debate, lo desinhibitorio, apareció primero en el periodismo, con el grupo de Daniel Haddad que creó a Eduardo Feinmann y Baby Etchecopar. Se abandonó allí la idea del respeto, la idea de resguardo del idioma que eran propios del oficio de locutor. Mariano Grondona era de derecha pero en su programa imperaba el respeto”, subrayó.
El entorno digital hizo lo suyo, luego: “El odio creció en los comentarios a las notas y después, exponencialmente, con las redes sociales”. De allí a la política, “con la particularidad de que el que descalifica, denigra insulta es el presidente de la Nación”.
Volviendo a mirar la dinámica del aula, Feierstein describió la ruptura “de lazos sociales entre los docentes, entre los alumnos” y en general en la imposibilidad de “organizar nada colectivamente”.
En su intercambio con el público, se debatió acerca de las juventudes en tiempos de vida digital. Se debatió acerca de “la falta de registro del cuerpo, la falta de datos del dolor, ausencia de socialización”. En este contexto, Feierstein consideró “clave” el rol de la escuela “que es el lugar donde los cuerpos se vuelven a encontrar”.
Fuente: Página Política