Por Graciela Mingo (*)
Tras el triunfo de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones legislativas del 26 de octubre surgieron múltiples reflexiones frente a unos resultados que pocos habían anticipado. Con un 40,84 % de los votos a nivel nacional, imponiéndose en 16 provincias y alcanzando una diferencia superior a 9 puntos sobre su principal adversario, Fuerza Patria, el desenlace resultó sorpresivo incluso para propios y ajenos, especialmente luego de la derrota sufrida un mes antes en la provincia de Buenos Aires.
Uno de los factores que podría explicar este resultado radica en la efectividad de los lemas de campaña. Frases como “kirchnerismo nunca más” o “no volvamos al pasado”, utilizadas en campañas previas, mostraron una notable persistencia en la memoria colectiva, reforzadas por consignas más recientes como “populismo nunca más”, que apelaron al miedo y al rechazo hacia modelos políticos anteriores.
La elección evidenció el enfrentamiento entre dos fuerzas políticas opositoras con modelos y principios claramente distintos, en un contexto de fuerte polarización. Para una parte de la ciudadanía, esta confrontación pasó desapercibida, mientras que para los analistas políticos resultó central. La figura del “León”, cargada de simbolismo y retórica grandilocuente, generó una movilización emocional significativa, difícil de desentrañar, que llevó a muchos votantes a convertir lo que inicialmente parecía un voto de castigo en un voto de refrendo a la gestión gubernamental.
A pesar de la fragilidad económica, los escándalos de corrupción y las acusaciones de candidatos con vínculos con el narcotráfico, además del respaldo de figuras del espectáculo, estos factores no lograron erosionar el apoyo de un amplio sector social. El resultado consolidó un mapa político a nivel país teñido de violeta y otorgó a la LLA un mayor equilibrio legislativo —con 80 diputados y 20 senadores—, lo que permitirá avanzar, mediante acuerdos previos, en las reformas prometidas (laboral, impositiva) que se pondrán en marcha en la segunda mitad del gobierno.
Otro elemento destacado de esta elección fue la implementación de la Boleta Única de Papel (BUP), valorada positivamente por su agilidad, transparencia y mayor protección a las autoridades de mesa y fiscales. No obstante, la participación electoral fue relativamente baja, lo que abre interrogantes sobre el grado de compromiso cívico.
Esta “sorpresa electoral” admite diversas interpretaciones. Entre ellas, la falta de renovación de las figuras de Fuerza Patria, las divisiones internas en varias provincias —como Entre Ríos, Córdoba—, los conflictos públicos entre dirigentes (“trapitos al sol”) y la ausencia de un liderazgo aglutinador. Asimismo, el estilo de campaña, basado en estrategias tradicionales como cartelería y pasacalles, contrastó con el enfoque más digital y directo de su adversario. Aquí se tendrá que evaluar la dinámica orgánica del Partido Justicialista que hoy se muestra vetusta y limitante de la participación de sus propios movimientos o fracciones internas.
En tanto, la coalición Provincias Unidas, integrada por los gobernadores de Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Chubut y Santa Cruz, tuvo un desempeño modesto y logró una representación limitada que deberá reacomodarse en el nuevo escenario político.
Finalmente, cabe destacar el rol de las nuevas generaciones que consumen información casi exclusivamente a través de las redes sociales, muchas veces sin verificar las fuentes. Este fenómeno favorece a movimientos de derecha como la LLA, que promueven discursos orientados al achicamiento del Estado, la desvalorización de la ciencia y la educación pública, el desprecio por sectores vulnerables (discapacitados y jubilados) y la admiración por modelos políticos extranjeros, especialmente el estadounidense, representado por la figura de Donald Trump líder de la ultraderecha, quien ayudó en la economía en estos días previos a las elecciones al gobierno de Milei.
No puede soslayarse el poder de las tecnologías en la configuración de las culturas políticas contemporáneas. Estas no solo moldean percepciones y discursos, sino que también con los algoritmos que junto a la narrativa permiten imaginar futuros posibles, tal como señaló el propio presidente Milei al celebrar, con entusiasmo los resultados logrados los comicios.
En síntesis, los resultados de la contienda legislativa evidencian un reacomodamiento en el mapa político nacional y una redefinición de las identidades partidarias. Más allá del impacto coyuntural, el triunfo de La Libertad Avanza plantea interrogantes sobre la estabilidad de las alianzas, la capacidad de gestión de un presidente que menosprecia a los opositores y que en diciembre tendrá a un Congreso más equilibrado, mientras en la calle están los límites de una narrativa que combina descontento social con apelaciones emocionales. En este sentido, el desafío de los próximos meses radicará en observar si la fuerza gobernante logra transformar su capital electoral en capacidad institucional y política efectiva.
(*) Licenciada en Ciencia Política. Magíster en Investigación Científica. Ex rectora de la Uader.
Fuente: Página Política
