La catástrofe para el oficialismo entrerriano que dejaron los números este domingo empuja a mirar el 2023. No porque esta elección –como se dijo- defina dos modelos de país, sino porque formatea las expectativas a dos años, cuando se juegue el verdadero partido provincial.
Las dos listas más votadas de esta elección llevaron a dos pretendientes para la Gobernación. No son los únicos. Pero la tercera lista que más votos obtuvo, también la encabezó un actor que quiere ser gobernador: Pedro Galimberti, quien en las urnas se quedó con 126.831, uno poco más de la mitad del Frente de Todos con su lista de unidad ungida al calor de los Estados provincial y nacional.
La elección de Galimberti no estaba en ningún manual de sus adversarios internos ni en el Gobierno. Con un acto de cierre tradicional con bombos y trompetas, banderas radicales y un discurso beligerante luego de haber recorrido la provincia parecía la vida que queremos para cualquier viejo dirigente político que haya militado antes de la era de Internet.
Otra vez: no hubo un solo análisis o hipótesis que haya mostrado la certeza de que ingresara por la minoría. Sólo se atisbaron diferentes posibilidades.
El intendente de Chajarí juntó dirigentes de la vieja guardia, desde Luis Kirpach hasta Arturo Vera; hasta jóvenes como la presidenta de la Juventud Radical Julieta Carraza. Los jefes comunales, que hicieron valer su peso en 2019 ante la ola bordetista, empujaron el carro para el único que se animó a dar la pelea al establishment opositor.
El internismo radical, después de mucho tiempo, movilizó a un partido al que se lo acusó los últimos tiempos de fomentar la diáspora. Atilio Benedetti siempre estuvo convencido que si Rogelio Frigerio le permitía dar la interna a Alfredo De Angeli en 2015 hubiesen ganado. Gustavo Bordet se impuso por apenas 22 mil votos.
En 2023 se cumplirán 20 años de gobiernos justicialistas ininterrumpidos. También se sopló la velita número 14 de la Ley Castrillón, ungida por Jorge Busti para no permitirle dar una interna en igualdad de condiciones a Julio Solanas e inaugurar, así, un proceso de desmovilización que tuvo como contrapartida el armado de paquetes cuyos integrantes se hicieron de lugares institucionales sin la más mínima exigencia de movilizarse. El fenómeno repercutió en la Legislatura.
El peronismo ha tenido todo este tiempo los números suficientes para derogar la norma por la que rigen las internas en la provincia. En 2018 impulsó un proyecto de reforma política que quedó enredada, justamente, por la interna. Pero la Ley Castrillón no estaba en discusión. Se pretendió implementar la Boleta Única Papel (BUP) que significa un cambio importante en el proceso electoral, pero cualquier propuesta seguía (y sigue) atada a los requerimientos que exige la norma escrita por el ex vocal, dejando todas ventajas para el candidato del Gobierno. ¿Se entiende, entonces, porque el PJ es un partido de Estado?
Los resultados de este domingo pueden llegar a ser una anécdota en un contexto global del que cuesta leer el devenir, pero hay síntomas para leer. Que durante la administración Bordet el PJ haya perdido las legislativas y luego se imponga en elecciones desdobladas como una carta infalible puede dejar de serlo. El 2023 suma 20 años de ininterrupción peronista y en la vereda de enfrente asoma una coalición que dirime de cara al electorado con candidatos que suman al conjunto.
Concordia es electoralmente para el peronismo de Entre Ríos lo que provincia de Buenos Aires para el país. Este domingo en esa ciudad, que dio los últimos tres gobernadores, Juntos por Entre Ríos se impuso por 10 puntos. Cresto solo pudo argumentar que, en el mano a mano, le sacó 6 mil votos a Frigerio.
El Frente de Todos ha garantizado espacios a peronistas (amigos y no tanto) e ignorado la incorporación a la vida política verdadera de las fuerzas a las que solo busca para firmar el acta antes de presentar la coalición en la Justicia Electoral ante una estación electoral.
Fuente: Página Política
