Por Rubén Pagliotto
“Hay muchos radicales que no son afiliados y muchos afiliados que NO son radicales”, dijo con la lucidez que lo caracterizaba, el gran Moisés Lebensohn.
Mi partido, la UCR, con esta dirigencia rastrera e indigna, ha entrado en vía de extinción. Acaban de darle media sanción a una ley maldita e iniciado el camino hacia el inexorable fracaso argentino. Pensé que algo entenderían y que este paquete absurdo y armado en función del capital concentrado, no llegaría a ser aprobado en la Cámara de Diputados. Se nota que no han aprendido nada de la historia. En fin, un día de mierda.
Y siento que esta provincia marcha por el mismo camino. Me considero, sin duda ninguna, en la vereda de enfrente. Pasaron ya casi cinco meses y no ha habido un sólo atisbo de intentar una opción distinta. Eligieron el camino del subdesarrollo y la disolución social. Ni siquiera respetaron los mejores valores de la UCR, y menos que menos respetaron la memoria de Illia y Alfonsín. Y lo peor de todo es que se borran y no se animan a fundamentar nada de lo que votaron con solvencia y fundamentos coherentes.
Qué indignación, tristeza profunda y desazón me provoca que la UCR, con todo lo que ello significa, haya acompañado una vergonzosa y antipopular ley como la votada el 29/24. Sólo cuatro abstenciones, y ni uno sólo de los legisladores entrerrianos del radicalismo se opusieron.
Este partido así, con este grado de sumisión local y nacional al PRO y al rejunte de Milei, no tiene ningún destino, y más temprano que tarde, de no reaccionar con decisión y dignidad, quedaremos reducidos a ser un partido testimonial, sin autonomía ni posibilidad ninguna de volver a gobernar. ¡Ni siquiera se protegió el banco de datos genéticos, con todo lo que Raúl Alfonsín hizo por los DDHH! ¡Cuánta indignidad y traición a principios fundacionales!
Fuente: Página Política
