Luis Miguel Etchevehere termina el año con el primer paso de un candidato ya dado. Convirtió un hecho familiar en el que se disputan millones hace mucho tiempo en sede judicial en una plataforma electoral ideal para un sector de la sociedad que vive de la grieta con escasa razonabilidad. Pueden pedir tres días seguidos que sea el juez el que tiene que resolver el asunto, pero cuando éste lo hace en contra de sus intereses ir a buscarlo para lincharlo. Una cámara de algún canal nacional siempre estará ahí. ¿Cuánto falta para que algún Vicentín se lance como candidato en Santa Fe?
El concepto de propiedad privada que los hermanos Etchevehere instalaron con la excluyente colaboración de los medios nacionales le otorga la consigna para una campaña. Luis Miguel quiere ser candidato.
El ex ministro de Agroindustria es uno de los alfiles de Mauricio Macri. Integra un área agropecuaria en la estructura del PRO nacional que conduce Patricia Bullrich. El ala dura de los amarillos. En una entrevista con Página Política, en junio, dijo no tenerle miedo a la grieta. Este fin de semana, luego de solicitar prácticamente en redes sociales que lo metan preso seguramente para fortalecer su estrategia, terminó llevando al entrecomillado de los portales el nombre de Cristina Kirchner para garantizarse los aplausos. Habló de Juan Grabois y la vicepresidenta, no de Alberto Fernández.
Etchevehere interpela a un electorado que no sabe de formas. Y mucho menos de los expedientes que tramitan en el Poder Judicial y que son un verdadero escándalo. La convocatoria de sus adherentes llegó a invocar las armas para sacar de Casa Nueva a “esos negros”. Y a la vez quejarse por la presencia de la referente del Inadi en una audiencia en La Paz. “No importa, ¿a quién hay que pegarle?”, sería la impronta de los convocantes. Esa tónica arrastró a su abogado Rubén Pagliotto. No pudo describir los indicios por los cuáles se debía recusar al juez Raúl Flores y acudió a cuestiones personales del magistrado como la falta de “atributos viriles” o una supuesta “esquizofrenia”.
Si bien Luis Miguel, el portavoz de la familia, ocupa un lugar en la lista oficialista en la interna de PRO que armó Rogelio Frigerio, esto no lo hace pertenecer al espacio de su par en el gabinete pasado.
Frigerio decidió hace unos meses expresar sus ideas en medios locales. Esto genera expectativas en el seno de Juntos por el Cambio. Ya casi nadie niega que jugará en 2023, solo hay dudas sobre la candidatura a diputado nacional el año que viene.
El ex ministro del Interior, asentado durante la pandemia en su campo en Villa Paranacito (Islas), se enrola en el ala moderada del PRO. Advierte que el “que se vayan todos” está cerca, a la vuelta de la esquina. En lo que va de este conflicto sólo difundió declaraciones que hicieron hincapié en que la política se exprese y coincidió con la mayoría de que sea el Poder Judicial el ámbito de resolución del conflicto. Quizás haya sido para no quedar afuera luego de que los radicales expresaran su preocupación por la propiedad privada, aunque sin pintarse una remera que diga “todos somos Luis Miguel”.
Antes había sido noticia en boca del mismo Macri, cuando éste lamentó haberle delegado la política. Invocó su identidad “filoperonista”.
Fue el sector agrario, con sus domicilios en la urbanidad, el que motorizó la campaña “se da vuelta” luego de la estrepitosa derrota en las PASO que tuvo a Hernán Lombardi como coordinador. Esa plataforma, que se conoce como Campo Más Ciudad, es en la que se apoya Etchevehere.
La coincidencia de los ex ministros en Entre Ríos repercutirá en sus principales socios, el radicalismo. La ley electoral exige paridad. ¿Quién encabeza, quién secunda?
Juntos por el Cambio parece unificado en la posición, pero empezarán a aflorar los problemas en el armado electoral.
