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Mundo Milei. Arribar a octubre, amarrados a la Constitución

De un día para el otro, en la Argentina, las razones fundantes del sistema político no vienen a cuento para el debate del presente. Un diálogo de sordos gana terreno en el intercambio. De un lado, se esgrimen tradiciones, proyectos colectivos, diferencias históricas, rebrotes de la grieta. Del otro, un sistema de referencias disonante con eje en el individuo, librado a su suerte, la suerte del mercado.
Luz Alcain
Por: Luz Alcain
@luzalcain

La Argentina del siglo XX es en parte la historia de un partido de masas que apostó a la educación pública y a la movilidad social ascendente. El radicalismo protagonizó una primera era de la inclusión, buscando moldear un solo país aunque esta Nación hubiese nacido de los barcos, esa verdad a medias que volvió a postular el presidente Alberto Fernández, venerador del ideario de Yrigoyen y Alfonsín.

Pero Javier Milei, el dirigente que emana de las PASO como el político con más votos, no conversa ni polemiza con esas tradiciones. La educación pública bien puede ser reemplazada por un sistema de vouchers, la movilidad social ascendente puede venir de otras maneras, distintas a quemarse las pestañas en la Universidad pública. Quién te dice. La movilidad puede venir de la mano de una apuesta en el sistema financiero, puede resultar de la confianza en que los pesos sean dólares, o estar en juego con la suerte lisa y llana en una cancha de la que se expulse al Estado y en la que “la casta” deje de correr con ventaja. ¿Está mal? ¿Por qué debiera un joven de 18 años pensar que el modelo es el del sacrificio de su padre que votó al radicalismo, al peronismo, al PRO? ¿El trabajo dignifica? ¿Hay que recuperar la cultura del trabajo? No es ese el lema de Milei en esta campaña.

Hay otro partido de masas que también hace a la historia argentina. Un partido que pretendió hacer carne la sentencia según la cual “donde hay una necesidad hay un derecho”. Así es la verdad instaurada. Aunque no siempre sea cierto en los hechos. Así es desde mediados del Siglo XX y nadie lo discute en el plano del discurso. Sin embargo, el presente mayoritario de Milei responde obscenamente que derecho es igual a gasto, que a los derechos de Eva Perón hay que pagarlos. ¿Quién tiene que pagarlos? Cuidar los derechos es consigna del presente. Para muchos argentinos un derecho es ajeno al mundo verosímil, es algo que gozan otros. Y allí es que derecho a veces es sinónimo de privilegio.

El partido de masas que nació hace 70 años, el peronismo, tenía un sujeto protagónico, el trabajador. De la condición de trabajador deviene el ser actor importante. Trabajador en blanco, trabajador de fábrica, trabajador de ocho horas, sueldo, aguinaldo y vacaciones pagas. Hay una ley que habla de todo eso, una ley para un mundo cada vez más chico. Hubo otros sujetos posibles, que vinieron después, que se organizaron por otros derechos, por lograr visibilidad y reconocimiento como sujetos de la historia. Son los trabajadores de la economía popular. “Planeros” contesta Milei y mansilla todos los sentidos construidos desde el 2001 para acá. En cambio, el presente manda jerarquizar a los emprendedores, un conjunto que no pretende ser sujeto de ninguna historia sino protagonista apenas de la propia.

El siglo XXI reavivó, actualizó a otros colectivos, con sus conceptos, sus modos de entender la vida propia y la dinámica social. El movimiento ecologista señala al capitalismo que como autómata ya no frena la expoliación de los recursos naturales, jugando con fuego, con el futuro, con el fin de la vida en el planeta. El discurso de Javier Milei observa con otros prismas, los del mercado: si el agua no se vende es porque no vale nada. La contaminación, al momento, no es problema. Fin del debate.

El movimiento feminista conquistó la Interrupción Voluntaria del Embarazo pero el candidato de la mayoría se limpia los zapatos con el pañuelo verde. La libertad tiene sus límites. Rige el derecho a la propiedad, antes que nada. Rige el derecho a la vida desde la concepción. Si se trata de mujeres, se dejan de lado todas las teorías: ese cuerpo ya es un bien del sistema, un bien del patriarcado.

El negacionismo no es discurso del que se apropie Milei, aunque su compañera de fórmula haya encontrado en La Libertad Avanza el cauce para reinstaurar la teoría de los dos demonios cuando no la justificación del Terrorismo de Estado. Con las manos llenas de verdades y dolores, con los veredictos de la Justicia, con el nunca más que reavivó la película que vimos todos, Argentina. 1985, podrá confrontarse con el discurso de la Libertad Avanza. Pero allí no estará Milei para contestar. Victoria Villarruel acopla su pretensión negacionista y se le hace lugar. Más si se trata de insultar a “la casta” por sus vínculos familiares, políticos, afectivos, ideológicos, con las organizaciones armadas que protagonizaron el escenario político en los 70.

Las tradiciones que han sido mayoría en el país transitan el presente rumiando que las instituciones democráticas se rigen por el voto popular. Como un mantra, además, se repite, no se olvida, que hay una serie de verdades, un conjunto de reglas, valores y principios a resguardo en la Constitución. Se constata, se cruzan los dedos y se repite que las mayorías circunstanciales no pueden todo. Que hay un hilo que nos une con las generaciones que pasaron, un hilo que nos permite balbucear el futuro. Las promesas de cambiarlo todo, hoy, son las que esgrime la derecha. El oficialismo no promete más que sostener lo que hay, lo que es muy poco y a la vez mucho. Ahí está la Constitución y ahí las urnas.

Arribamos a octubre. Allí vamos. La dirigencia política, la militancia de uno y otro palo, peronistas, radicales, progresistas, republicanos afectos a las reglas, gente de a pie confiando en las salidas colectivas. Allí van los periodistas, analistas, los pensadores que eligen libros de historia, ciencias sociales, política.

Allí vamos, sin escapatoria. Es lo que hemos aprendido. El respeto irrestricto al voto popular. Vamos los argentinos que nos hemos sentido interpelados por el sistema institucional alguna vez. Defraudados, si. Allí vamos. Arribamos a octubre. Nos tapamos la nariz para sobrevivir. Nos agarramos bien fuerte de la Constitución. Pretendemos flotar, bien amarrados a todos los preceptos aprendidos. Arribamos a octubre, en silencio. Hoy hablan otros. Allí no más están las urnas. Nos tiramos a la pileta. Y que sea lo que Dios quiera. Dios, y las mayorías.

Fuente: Página Política
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