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Avatares de la militancia sciolista ante el ballottage

Con suerte dispar en octubre –triunfo en la provincia, derrota en Paraná-, la militancia peronista sale casa por casa a pedir el voto por Scioli para el 22. Crónica de una tarde en la seccional 12. Los mejores argumentos del FPV,
Luz Alcain
Por: Luz Alcain
@luzalcain

Como en distintos puntos del país, a una semana del ballottage, una veintena de militantes, en este caso del Frente Para la Victoria, sale a timbrear en calles de la seccional 12. Don Bosco, Ramírez, hasta Pringles, un grupo por Brasil, otro por Soler.

Página Política acompaña, con el fin de registrar con qué recursos camina, por estos días, un militante del oficialismo y qué recibe como respuestas del electorado en esa pequeñísima parte del mapa, un viernes a las 6 de la tarde.

La mayoría son mujeres, trabajadoras del Estado municipal, tienen más de 40 años y son vecinas del barrio. Hay también algunos hombres, un trío de jóvenes. Se suman agentes públicos del Copnaf, del Ministerio de Salud, un par de jubilados, algún otro del Consejo General de Educación, de una escuela pública y de la Uader. (Los nombres están cambiados, en esta crónica, en función de preservar las experiencias que atravesaron esa tarde y el modo en que decidieron resolverlo).

Se reúnen en el local de la agrupación sciolista Ola Naranja, en Don Bosco al 100, que ha funcionado desde agosto a la fecha como sede de toda la actividad de campaña de la seccional 12. No son del mismo grupo interno. Hay militantes del sciolismo de la primera hora, del solanismo, de Descamisados y del MP26 que lidera José Carlos Halle.

No había sucedido todavía, esa tarde, el debate que concentró la atención el domingo pasado. En las conversaciones se reiteran las expectativas en torno a esa presentación televisiva para torcer las encuestas que ubican en mejor posición al postulante de Cambiemos, Mauricio Macri. Cruzan los dedos para que el peronismo no muestre fisuras y que le dé oxígeno a Daniel Scioli, ruegan que el staff ultrakirchnerista le deje al bonaerense el espacio suficiente para marcar un perfil propio, con mejores chances en el presente contexto electoral.

“Yo diría que lo mejor es que Cristina no aparezca hasta el día de la elección”, sugiere una militante. Por el contrario, un compañero del barrio entiende que “lo que tiene que hacer la Presidenta es hacer ya, ahora mismo, lo que promete Scioli. Hacer algo ya con el impuesto a las ganancias por ejemplo para que el mensaje sea más creíble, más contundente”.

Se concentran frente al local. Se ha montado en la vereda una mesa, un par de sillas plásticas y una sombrilla naranja con la inscripción “Scioli 2015”. Circula un mate. Cientos de boletas para cada grupo de entre cinco o seis militantes se apilan en la mesa. Otro tanto de un folleto con la propuesta de Scioli que tiene una página con su plataforma, en papel naranja; otra página en amarillo, “devela” lo que querría hacer el candidato de Cambiemos.

“No es campaña del miedo. Miedo da sólo escucharlos a los economistas del equipo de Macri”, se apuran en contestar. Sólo el primer punto del folleto, bajo el título “10 cambios que Macri no te cuenta” consigna: “Quiere abrir las importaciones indiscriminadamente, destruir la industria nacional y que se pierda el trabajo”.

Boletas, folletos y el trabajo militante ahora centrado en la figura de Scioli. “Yo supongo que ahora va a ser más fácil. Es esta boletita sola. Con la boleta completa fue difícil. Ahí sí que estaba complicado”, confiesa una empleada municipal.

A las 18.10 parten. Se encontrarán con vecinos bien informados que parecen con decisión ya tomada. La indiferencia habitual de las mayorías en tiempos de campaña deja paso a un intercambio áspero con algunos vecinos y efusivas manifestaciones de apoyo de otros.

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Contactos

Cuatro mujeres, un hombre caminan los primeros metros por Don Bosco, en busca de Avenida Ramírez. Unos pasos más adelante se ocupan de predicar en favor de Scioli un joven estudiante, un dirigente sindical, una trabajadora municipal, otra de la Escuela Hogar. El primer grupo arranca la recorrida con buena racha: tres contactos breves, con buenas respuestas de gente que pasa.

Por la vereda de enfrente, otro puñado de militantes va “timbreando”, una práctica que habitualmente encabeza el candidato pero que en este caso tiene a los militantes locales como únicos voceros de la boleta del FPV.

No es igual la suerte para el segundo grupo, más atrás. Al paso por un puesto de verduras, montado en la vereda, la encargada levanta la voz pero no atina a moverse un centímetro de su reposera. “Yo trabajo. No tengo tiempo para escucharlos. Yo trabajo”, vocifera. “Yo también trabajo”, dice Carmen, con la voz suave para no echar más leña al fuego, pero con clara firmeza. “Si, si claro. Trabajan”, ironiza la verdulera y se despacha: “No me interesa”.

“¿Lo va a votar a Scioli, don? Veníamos a traerle la boleta”, invita Marta a un hombre que se asoma al jardín, en calle Don Bosco. Sólo atina a una sonrisa; toma, gentil, la boleta. Argumenta que el voto es secreto y que, por otro lado, quizás ni vaya “porque ya tengo 72”.

Ya en la esquina, una pareja de 70 y largos, por el contrario, irían dos, tres veces, cuatro a votar por Scioli si pudieran. “¿Qué es lo que tiene la gente en la cabeza?”, se pregunta ella y baja del auto grande, modelo viejo, y apura el paso para el intercambio con el grupo. Cuenta sus problemas de salud, la enorme cantidad de prácticas y medicamentos que está requiriendo del PAMI, su convicción de que la obra social de los jubilados no continuará del mismo modo en una gestión de Macri. “¿Qué es lo que tiene la gente en la cabeza? No puedo entenderlo”, insiste. Su marido se acerca, le entregan la boleta de Scioli y afirma: “Voy a votar a Scioli porque yo no me olvido del 2001. Nosotros perdimos la casa, perdimos todo. ¿La gente no se acuerda?”.

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Cambios

Un militante sigue a una mujer con la boleta extendida. Ella sigue su paso hacia el auto estacionado, ya sobre calle Ramírez, con la mano intenta hacerlo desistir. “Está muy mal acompañado tu candidato”, asegura. “Pero el candidato es él y él va a gobernar después del 10 de diciembre”, intenta convencerla. “Ya lo pensé y ya lo vi. Scioli está rodeado”, concluye, lapidaria, se sube al auto y se despide sin más.

“Yo lo voy a votar”, replica ante la insistencia una señora que sale de un kiosco. “Muy bien tu decisión. ¿Me podés decir por qué?”, le preguntan. Demora unos segundos y afirma: “Lo voy a votar porque yo quiero un cambio, pero un cambio posible, un cambio real. No un cambio de globos y papelitos de colores”.

En un comercio de repuestos, Roberto y Marta ingresan con las manos repletas de boletas. “Bueeeenas. Veníamos a acercarles la boleta del Frente Para la Victoria”, dicen. “No nos interesa”, replica el encargado. “Pero como no le va a interesar si está en juego el futuro del país, de la industria nacional, de su comercio”, insiste Roberto. “¡Vayanse! Y les advierto que la casa se reserva el derecho de admisión”.

No mejoran las cosas en la vereda. Unos metros más adelante, Marta le acerca una boleta a un joven, casi adolescente, con aritos, sentado en el escalón de acceso a una pequeña tienda sobre calle Ramírez. “No me interesa. Si mis viejos no me ayudan, nadie me ayuda. Yo no le pido un plan a nadie”, se ofusca. “Debiera importarte. Si los planes se caen, si los empleados no cobran vos no vendes”, intenta por otro camino Carmen.
-A mí me ayudan mis viejos que se rompen el lomo.
-¿Y tus viejos de qué trabajan?
-Mi papá es jubilado bancario; mi mamá es maestra.
-¿Y entonces? Tu mamá depende del Estado.
-Nada que ver –remarca molesto. Se le burlan un par de amigos que también matan la tarde en la puerta del local.

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Impulsos

Patricia se entusiasma después de la buena recepción de un par de boletas. Una parejita de jóvenes que llevan un bebé en coche y una criatura de no más de tres años.

Asegura que esta vez es más fácil, con un candidato que de algún modo es nuevo en lo que ella tiene para ofrecer a los vecinos de la 12. No hay que remontar postulantes con mala imagen del peronismo local y provincial ni tienen que andar mirándose de reojo entre los militantes de los distintos grupos internos. “Estamos todos juntos, con Scioli”, dice y aclara que no fue distinto en las PASO y en octubre aunque tuvieron algunas “bajas” de militantes de la seccional. Sigue la conversación entre ellas, incomprensible para cualquiera que no tenga años en la vecinal, sigue el intercambio, las visiones diferentes, las coincidencias. Hablan de un encargado de tal tarea que no apareció, otro que debía ocuparse de algo que no hizo, hacen memoria de gente que “se borró” a último momento. Se ocupan de salvar la ropa contando anécdotas de problemas similares que padeció la tropa de otras seccionales.

Mientras, unos metros más adelante, Roberto intenta convencer a capa y espada a una mujer que lo agrede desde detrás de la ventana. Él mezcla estrategias de convencimiento con argumentos políticos. La mujer, insultos. El militante insiste: «Le dejo igual la boletita» dice y la pasa por debajo de la puerta. A toda velocidad, se la devuelven. «Te dije que en esa casa no», le recrimina Patricia y Carmen se levanta el ánimo: «Yo me quedo con la imagen de esas gurisas, ahí enfrente, leyendo la propuesta». «¿Viste que hay que dar la propuesta? Si la gente tiene interés», agrega su compañera.

En una mercería, la dueña y una clienta conversan largo y tendido con dos militantes. Decididas a votar a Scioli intercalan entre otros argumentos, que la mercería levantó en los últimos diez años, que si la gente “no tiene plata no compra”, que Karina Rabolini “está divina” y que “Macri no puede hacer nada si ya sabemos lo que son los radicales que están con él. ¿O no están con él?”, dice la clienta que espera a ver si alguien la desmiente.

En una panadería, la cajera pierde interés de inmediato; la mujer que atiende al público pone a consideración los argumentos para su postura que parece ir en el sentido del voto en blanco.
-Mira, Scioli no es como Cristina. Scioli va a ser mucho mejor que Cristina para nosotros los trabajadores –argumenta Viviana.
-¿Será?
-Si querida, creeme. Y ni pienses en el voto en blanco. No suma.
-Está bien. Me convenciste.

En una casa se demoran en abrir la puerta apenas. Una estudiante del profesorado en Psicología de Uader, según le contó a quien le tocó el timbre, confiesa que está “harta” y que quiere “cambiar”. Rápido de reflejos, el vendedor de la boleta de Macri, reacciona: “¿A mí sabés que me cansó? La Cámpora”. La charla se distiende, discurre acerca de enojos, promesas y el militante le arranca un tibio “lo voy a pensar”.

Optimista nato, el sciolista “de la primera hora” elige ver el vaso medio lleno, al menos para buscar convencer a los medios. “¿Viste? –le dice a Página Política-. Las encuestas dirán lo que dirán pero sirve hablar con la gente. Acordate. Gana Scioli”. Sus compañeras de militancia intentan entusiasmarse y retoman la caminata en calle Brasil hacia Don Bosco, para volver al local. Son las 19.55 y empieza a oscurecer.

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