
Desde 1983, Paraná ha sido gobernada por radicales y peronistas. De los cinco grupos internos más influyentes del PJ de las últimas décadas, tres tuvieron la oportunidad de estar al frente de la Municipalidad (Julio Solanas dos veces, José Carlos Halle y Blanca Osuna una vez cada uno). Pero todos los intendentes radicales se apellidaron Varisco: Humberto Cayetano Varisco dos veces y su hijo Sergio Fausto Varisco, también dos veces.
En la ciudad, la alternativa al peronismo fue el varisquismo. Sergio sucedió a Humberto. Pero Sergio carece de heredero político. Su hija Lucía (actual diputada provincial) no ha expresado hasta ahora vocación de liderar el espacio que más ha gravitado en el radicalismo de Paraná desde 1983. Y donde, por lo que se ha visto, sólo puede mandar alguien con el apellido Varisco.
Varisco, Sergio, acaba de ser condenado a seis años y medio de prisión por asociarse desde el poder con una banda narco. Eso solo alanzaría para sacarlo de juego y decretar el fin del varisquismo.
Pero, se sabe, en política no se puede matar a nadie. Aunque pueden ocurrir suicidios. Y Varisco parece haber atentado contra su propia vida política al volar los dos pilares que, ante la sociedad, sostienen la vigencia de un dirigente: 1) sus valores (que no sólo trastocó con la asociación narco, sino con un hecho si se quiere insólito y comparativamente menor, pero popularmente muy asimilable y destructivo, como haberse colgado de la luz en su domicilio particular), y 2) su mala gestión.
Aunque sus frentes judiciales fueron serios y espectaculares, lo que termina por hundir políticamente a Varisco es su mala gestión, de la que se desentendió tras haber perdido las elecciones del 9 de junio. El desdoblamiento electoral agravó las cosas, porque no fueron días o semanas, sino seis meses enteros de transición en los que los paranaenses asistieron a un virtual abandono del poder de parte del intendente radical.
Ese estado de desidia, extendido entre junio y diciembre -mientras seguía avanzando la causa narco que lo tenía sentado en el banquillo de los acusados-, deja la idea en muchos paranaenses de que, la de Varisco, ha sido la peor gestión municipal de la que tengan memoria. Y, claro, la que está más fresca en esa memoria.
Con muy poco, con sólo hacerse cargo de sus obligaciones como gobernante, que al menos aseguren la prestación de los servicios básicos, la gestión de Adán Bahl lo supera. El deterioro político de su antecesor es tan profundo que a Bahl le alcanza con la normalidad: juntar la basura, empezar a tapar los pozos de las calles, que no falte el agua y, claro, no asociarse a ningún narco y pagar la factura de la luz de su casa.
Pero el deterioro político de Varisco no empezó aquella lluviosa mañana de mayo de 2018, cuando la Justicia Federal ordenó allanar la Municipalidad y su domicilio particular.
En 2015 Varisco llega a la intendencia por segunda vez con una alta imagen negativa, que algunos sondeos ubicaban por entonces cercana al 50%. Tuvo desde el peronismo una invalorable ayuda del entonces gobernador y conductor del PJ entrerriano, Sergio Urribarri, que impidió la competencia en igualdad de condiciones en la interna contra su candidata, Blanca Osuna. La intendenta cargaba con mala imagen como para buscar su reelección y la siempre abierta interna del PJ de Paraná, le pasó factura.
Tampoco había en los electores de Paraná un buen recuerdo de las tres últimas gestiones peronistas, que respondieron a tres sectores internos distintos: Solanas, Halle y Osuna. Varisco ya había perdido en dos oportunidades y en 2015 se le alinearon los planetas: a la ayuda de Urribarri y la interna del peronismo se sumó la ola nacional de Cambiemos que venía a poner fin a doce años de kirchnerismo.
Aunque no fuera electoralmente competitiva (por los desgastes de gestión y por la interna peronista), Osuna dejó una administración municipal que tendía a normalizarse y que buscó hacer algunos cambios de fondo, como enfrentar algunas mafias enquistadas en la gestión. Pero, lo más importante para este análisis: le dejó a Varisco depósitos por 400 millones de pesos. Ese punto de partida vuelve más estridente el fracaso del último gobierno municipal de Cambiemos.
La condena a Varisco carga con un peso simbólico muy potente. Resulta tentador anotar al 30 de diciembre de 2019 como la fecha de su muerte política. Y entonces sí, habilitar oficialmente la carrera interna dentro de Cambiemos por ocupar ese gran espacio vacío que deja el varisquismo en Paraná.
Será una larga construcción de cuatro años en la que, por lo pronto, sólo hay dos albañiles asentando ladrillos: Fabián Rogel en la UCR y Emanuel Gainza en el PRO.