
El partido que fundó el general Perón está en su piso histórico. Puede terminar gobernando sólo 8 de las 24 provincias del país en el próximo período. Nunca tuvo tan poco desde la recuperación democrática de hace 40 años:
– En 1983 el PJ gobernó 12 provincias.
– En los 90, durante el menemismo, controló 14 distritos.
– Cuando vino la Alianza en 1999, 13 provincias siguieron siendo peronistas.
– Durante la fragmentación de 2003, el PJ administró 6 provincias; otras 4 el Frente para la Victoria, más otras versiones del peronismo como Córdoba, San Luis y Misiones.
– Con el dominio kirchnerista, en 2007 el FPV mandó en 13 provincias.
– En 2011, con la reelección de Cristina con el pico del 54%, ese número trepó a 16 provincias.
– Con el triunfo de Cambiemos en 2015, el peronismo retuvo el gobierno en 12 provincias.
– La recuperación del gobierno nacional con el Frente de Todos en 2019 dejó a Cambiemos gobernando sólo cuatro distritos (Jujuy, Corrientes , Mendoza y CABA), con 16 provincias en manos del peronismo.
En esta última elección, Gustavo Bordet arrasó en Entre Ríos marcando un porcentaje record del 57%. Pero dos años después, en las intermedias de 2021, el peronismo entrerriano tocó su piso con el 31,6%. La afectación al ingreso de los trabajadores no hizo más que aumentar desde entonces, debido a una creciente inflación. La pobreza superó el 40%.
Piso
El peronismo de Entre Ríos enfrentó en las primarias del 13 agosto de 2023 su elección más difícil desde 1999.
En el último año del siglo pasado, la ola de cambio de la Alianza que se alzó tras el agotamiento del menemismo volvió a sentar en el principal sillón de la Casa de Gobierno al radical Sergio Montiel. Cuatro años después y montado sobre el fracaso de la primera experiencia de un gobierno de coalición no peronista, regresó Jorge Busti, el padre del peronismo contemporáneo en la provincia.
La crisis de 2001 le hizo perder a la UCR el rol de partido de alternancia que había jugado en las dos primeras décadas desde la recuperación democrática de 1983. Su derrumbe alteró ese equilibrio. En los últimos 20 años el peronismo pasó a ser el partido predominante en la provincia y la UCR se ubicó como el principal partido de la oposición, ya sin capacidad de alternancia.
El peronismo de Entre Ríos se las arregló incluso para sobrevivir a la caída del kirchnerismo. En los años de Néstor y Cristina tuvo un gobernador tan kirchnerista como Sergio Urribarri. Y en 2015 pudo resistir la ola nacional de Cambiemos porque jugó con un candidato a gobernador tan alejado de los modales y prácticas kirchneristas como Gustavo Bordet.
Pero esa notable capacidad de adaptación de este partido de poder contó en Entre Ríos con la colaboración opositora. Más precisamente del PRO, que anuló a la UCR y terminó imponiendo un candidato a la gobernación tan poco convincente (incluso para los propios) como Alfredo de Ángeli. Propios y extraños admiten que Bordet debe su acceso a la gobernación a la negativa de Macri de darle el pegado de boleta al radical Atilio Benedetti en las primeras internas de Cambiemos en la provincia.
Con el moderado Bordet, el peronismo retuvo en 2015 el gobierno de Entre Ríos y cuatro años después, cuando lo que se plebiscitaba no eran los 12 años de kirchnerismo sino el fracaso económico de Macri, Bordet resulta reelecto con el 57% de los votos en comicios desdoblados de los nacionales.
Aquel peronismo victorioso de 2019 había reunido en las PASO 392.065 votos. En las PASO del 13 de agosto de 2023 el partido que preside Bordet juntó 268.372 votos. En cuatro años, perdió 123.693 votos.
Es un derrumbe que resulta lógico si se atiende al contexto: en 2019 el que tenía todos los indicadores de la economía en contra era Macri. Ahora, aquellos malos números del gobierno de Cambiemos saben a poco frente a una inflación que casi triplica a la de 2019 y padece con más dureza la base de sustentación electoral histórica del peronismo.
Cualquier observador externo que maneje estas variables diría que el peronismo, en este contexto, ha hecho una buena elección el 13 de agosto, a pesar de que por primera vez en su historia la fuerza fundada por Perón haya terminado en el tercer lugar en el orden nacional. Repararía ese observador en que la diferencia entre los tres más votados es poca, casi un empate, y que cualquiera de los tres tiene el potencial de ingresar al balotaje.
En Entre Ríos, la simultaneidad electoral ató la suerte del postulante a la gobernación, Adán Bahl, a la del candidato a presidente de su partido, Sergio Massa, de un modo en el que evidentemente no hubiese ocurrido si las elecciones se desdoblaran. A pesar de la crisis, la simultaneidad terminó siendo negocio para el oficialismo provincial porque logró que la pelea por la gobernación se contamine del escenario de tercios que no se registró en anteriores elecciones provinciales desdobladas. El peronismo venía en Entre Ríos de tocar su piso histórico en 2021, con el 31,6%. Suficiente para volverse competitivo en un escenario de tercios.
Fue un acierto estratégico, adoptado a fines de abril, cuando nadie estaba en condiciones de pronosticar nada. Una muestra más de la capacidad de supervivencia del peronismo entrerriano.
Hasta fines del año pasado, incluso comienzos del actual, el escenario sobre el que se montaban la mayoría de los análisis electorales era el de un Rogelio Frigerio cómodamente ganador. Después de su victoria por el 54% de los votos en las legislativas de 2021 –su debut electoral en Entre Ríos– se repitió por año y medio que el ex ministro del Interior de Macri estaba 20 puntos arriba de cualquier otro aspirante a sucesor de Bordet. Fueron esas encuestas las que decidieron a la mayoría de la dirigencia provincial de la UCR a darle su apoyo a un candidato a gobernador de otro partido.
Pero los números dicen que Frigerio no fue el más votado el 13 de agosto. Individualmente, quedó casi seis mil votos abajo del candidato único del peronismo. Es un dato muy contundente que el oficialismo, naturalmente, explota con lecturas sesgadas del resultado de las PASO, ciegas a la comparación de votos entre los dos frentes electorales mayoritarios en la que Juntos por Entre Ríos se ubica 50 mil votos arriba y por eso la provincia queda pintada de amarillo en el mapa nacional que dejaron las primarias.
Con independencia de la capacidad que tenga Frigerio para contener cada uno de los votos de su competidor en la interna, Pedro Galimberti, el dato llamativo de este proceso electoral es la vigencia del peronismo como fuerza competitiva aun en un escenario tan adverso como el actual.
Ni el desgaste de los 20 años consecutivos en el poder; ni el hecho de que por primera vez en 24 años la oposición ofrece un candidato competitivo, distinto, con condiciones para presentarse como el rostro de un cambio; ni el peor gobierno nacional peronista desde 1983, al que Entre Ríos ata su suerte con la simultaneidad electoral; ni la poca instalación del candidato a gobernador (Bahl hizo un mes de campaña para las PASO y no alcanzó a hacerse conocer en la costa del Uruguay) han logrado quitarle competitividad al oficialismo.
Esto no quiere decir que tenga asegurada la continuidad en el poder, ni mucho menos. Al contrario, por múltiples razones sigue siendo Frigerio el que reúne más chances. Pero estaban en lo cierto los que, dentro de JxC advertían -varios meses antes de la elección- que no se podía subestimar al peronismo en Entre Ríos.
Habrá que ver cuánto del escenario nacional pesa en la definición del próximo gobernador entrerriano. Sin Milei dividiendo el voto opositor, la suerte ya estaría echada a favor de JxC. Ahora, la coalición opositora pelea por no quedar afuera del balotaje presidencial.
Nadie puede medir con precisión cuánto ensuciará al conjunto del peronismo el escándalo del viaje a Marbella de Martín Insaurralde. En Entre Ríos no hay un caso comparable. Pero tampoco abundan aquí los ejemplos de austeridad y transparencia.
El 22 de octubre el gobernador estará en la misma boleta del presidente. A esta altura nadie puede afirmar si la simultaneidad terminará jugando a favor o en contra de la permanencia del peronismo en la Casa de Gobierno de Entre Ríos. Aquel acierto estratégico de unificar las elecciones se desdibuja con la indigestión que en los últimos días produjo el cóctel de Insaurralde y zozobra cambiaria.
El corrimiento a la derecha del debate presidencial ha hecho que una franja importante del electorado esté dispuesto a votar por Massa. No por los resultados de la gestión económica o por sus transitorias convicciones ideológicas, sino por los sentimientos refractarios que generan sus dos principales rivales.
Como fuere, los antecedentes presagian un cambio de ciclo. El que hace más de un año conduce Massa es un gobierno peronista que entrega una situación económica mucho más malograda que la dejada por Carlos Menem en 1999 o Cristina Fernández en 2015.
Fuente: Página Política