“La democracia de la derrota” se titulaba el prólogo a una segunda edición de Los cuatro peronismos de Alejandro Horowicz. Un texto que tiene algo más de dos décadas abriendo un libro, un clásico ya de la historia y la política argentina. Viejísimo. Y no está a la mano, así es que no está claro que se lo traiga con certezas aquí, al presente convulsionado de un feriado nacional, a pocas horas de un intento de asesinato a la vicepresidenta, Cristina Fernández.
El texto en cuestión venía a expresar claramente las condiciones que hicieron posible la restauración democrática. La primavera democrática que respiramos a partir de 1983 y que venía a plasmar “la paz”. O mejor expresado, “la tregua”, en un contexto de contundente derrota de los trabajadores, los desposeídos y su amplia gama de expresiones políticas.
Lo escribía Horowicz a mediados de los 90. Justo cuando la historia marcaba el tiempo de una derrota aún más profunda por si hiciera falta, de la mano del neoliberalismo que se adosó a la cultura, al modelo de relaciones humanas, a las representaciones sociales.
Ese proceso era, del otro lado, la oportunidad de hacer desaparecer para siempre, impunidad mediante, el fantasma carapintada de los intentos de golpe de Estado militares que asolaron la primera década democrática.
Democracia de la derrota. Democracia al fin. Democracia con nuevas reglas de juego: el monopolio de la fuerza en poder del Estado, una clase trabajadora en clara desventaja, un poder económico regulado -poco, pero regulado- en función del nuevo pacto social. Ese orden de cosas que todavía ilustramos con la cara de Raúl Alfonsín.
Pasados tantos años, hoy es feriado en la Argentina. El Presidente convoca en cadena nacional a expresarse en resguardo de la paz social. Hoy se marcha en la Argentina. En defensa de la democracia, esta, la que tenemos, pálida, la que alumbró luego de siete años de Terrorismo de Estado. El único escenario posible para remontar futuros mejores.
Se marcha en la Argentina en defensa de la democracia, esa que se expresa en una estructura institucional pero que gana cuerpo con los cuerpos expresándose en las calles.
Se marcha justo cuando las políticas de ajuste, consensuadas por casi todo el arco político, pretenden confirmar la derrota; justo cuando el poder financiero marca el tik tak del acontecer social. Se marcha en defensa de la democracia y en solidaridad con quien, tibiamente, osó decir que las reglas podían ser otras.
Fuente: Página Política
