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Un año

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Se cumple un año de la aparición del cuerpo de Fátima y de la crónica más horrorosa de la víctima. La política de la calle y las instituciones.

El lunes es el Día Internacional de la Mujer. Pero para Entre Ríos será el día en que se cumple un año de la aparición del cuerpo de Fátima Acevedo.

Con la condena a su asesino el caso no debería apagarse, sino convertirse en una plataforma para exigir un debate de caras a la sociedad. El juicio que se llevó adelante ante un jurado evitó introducir como prueba los audios de la víctima que ponía de relieve la barbarie judicial. Allí Fátima contaba las veces que hizo la denuncia y no la escucharon.

Esconder esa prueba fue esconder el problema. Porque desde el día en que apareció el cuerpo de Fátima se alegó desde el Estado una autocrítica tramposa: reconocer que lo que falló fue el sistema. No. No fue el sistema. Fueron los operadores de ese sistema que tienen nombre, apellido, responsabilidades y ocupan cargo.

Aquel 8 de marzo, quienes debieron dar explicaciones lo hicieron en una conferencia de prensa. Fue inolvidable escuchar el desconocimiento de los funcionarios judiciales ante los casos de violencia de género.

Quienes integran la política institucional, es decir los poderes Ejecutivo y Legislativo, son los otros operadores del sistema. Ese sistema que permanentemente se está reconociendo con problemas y que ante el escozor de los hechos anuncia un paquete de medidas.

Lo que el sistema no hace es pedirles explicaciones a quienes lo operan. A las personas que toman decisiones o no las toman para evitar por ejemplo un femicidio. Esas personas a las que una vez se les presentó Fátima.  Esas personas que debían garantizarle Internet en la Casa de la Mujer para que no tenga que recurrir a una plaza a buscar conectividad y quedar expuesta ante su verdugo.

Durante la audiencia en la que se leía la condena a Jorge Martínez, a la puerta de los tribunales se acercaron las mujeres del Movimiento Evita y la Nueva Izquierda. Nin guno de ellas con representación parlamentaria. Por ende sin representación en el organismo que debe pedirle explicaciones (o juzgar) a los responsables que dejaron que Fátima caiga en las manos de Martínez.

La política de la calle y la política de los comunicados de prensa no han logrado modificar un ápice el cuadro de situación. El femicidio de Fátima encontró a un culpable. Al ejecutor final de una historia insoportable. Nadie más tuvo que explicar nada, ni a la familia de la joven asesinada ni a la sociedad.

Se acabó. Tema cerrado.

A la inversa de lo que sucede generalmente, el grito del 8M debe penetrar en las instituciones. Porque en las calles ya está.

 

Fuente: Página Política
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