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El 8M. Poner un límite, guarecer la dignidad

Son algo más de 40 personas. Mujeres y disidencias que apuran la organización de la marcha del 8M. Como siempre, por estos días, cada año, cuando se acerca el Paro Internacional. Este 8M, sin embargo, es particular. Hay miedo, sinsabores, hay más ajuste y más dolores que los que ya venían. Y hay un impulso de salir a la calle, a compartir sensaciones, movilizar ante el silencio, a decir “basta” y reclamar dignidad. La consigna de género es hoy más transversal que siempre.
Luz Alcain
Por: Luz Alcain
@luzalcain

Irrumpir en el espacio público. Mover los cuerpos, llevar las pasiones, cargar también el miedo que asola por estos días a las mujeres y disidencias. Encontrarse. Caminar con otras.

La violencia que tiñe el discurso oficial se escucha por TV, se repite en un reel de Instagram, se digiere en soledad. La violencia a veces alivia y deviene en humor con un meme que se comparte.

Llega el 8M, el Paro Internacional de la Mujer Trabajadora y la violencia ya se palpa por estos días en el bolsillo, en el recorte de salarios a los docentes, en el comedor comunitario que no da abasto, en la demonización del estatal, del maestro, del militante, de las mujeres feministas, las disidencias.

Algo más de 40 activistas sostienen la organización de esta nueva edición de la marcha y el acto del 8M. Con ese ímpetu: Irrumpir con fuerza, con creatividad, con una invitación a poner en alto la dignidad acorralada, el orgullo ganado con mucho esfuerzo, la historia de logros colectivos (y propios) amenazados de pronto de raíz.

Cuatro comisiones de trabajo, Cultura, Comunicación, Logística, Sindicatos. Una asamblea cada tanto repasa lo que vienen trabajando en los grupos. En un aula de la Facultad de Trabajo Social (UNER) se encuentran el miércoles pasado para ajustar detalles. Es la cuarta reunión y la expectativa crece. Habrá sorpresas en esta edición de la marcha que, como es habitual, convoca a concentrar el 8 de marzo, a las 18, en Plaza 1º de Mayo. La movilización seguirá el recorrido de siempre: Corrientes, La Paz, Laprida y cierre en Plaza Mansilla, allí donde están los tres poderes del Estado, donde “reina el silencio”.

La logística de la jornada de lucha demanda mucho esfuerzo, consultas, saberes puestos en común de los más variados aspectos. La movilización, la seguridad, la difusión, el control del tránsito, la coordinación con áreas del Estado, el aspecto artístico y cultural que siempre está presente, técnicas milenarias para tratar con el fuego que es ritual ineludible del cierre. Y el documento, ese que exprese el presente de las mujeres en Paraná, en Argentina, en América Latina.

“Son millones de consignas”, asume una voz en la asamblea. Y unas manos apuntan en una hoja una síntesis en tres “banderas”: 1) “Nosotras/es no somos la casta”; 2) “Ni un ataque más. Ni un derecho menos”; 3) “Con hambre y represión no hay libertad”. Decir lo propio, ante el silencio; desmentir la voz oficial.

 

La agenda de todas

La reunión en Trabajo Social concluye cuando ya es de noche. Se reitera una convocatoria abierta a quienes tengan alguna destreza y ante todo voluntad para pintar carteles. Será la tarea del martes 5, a las 15, en Laprida 136.

Tres militantes, Alfonsina Angelino, Camila Asselborn y María Alé, se quedan un rato para desmenuzar el presente y hacer la convocatoria a la marcha, en diálogo con Página Política. Encuentran particularidades al Paro Internacional de Mujeres que se avecina pero hay también continuidades: “La agenda del ajuste, del machismo y el sexismo; la agenda del hambre ya tiene su historia”, remarca Angelino pero apunta que “esa agenda se actualiza, se profundiza con visos muchos más dramáticos en este contexto. También es cierto que porque el deterioro tiene más tiempo”.

“Hoy no estamos inaugurando consignas. No hay consignas que no hayamos levantado históricamente. Si justamente esta realidad es la que ha dado origen al Paro Internacional de Mujeres. Tiene que ver con reclamar la igualdad, contra la exclusión, el hambre, la represión y la violencia en todas sus formas”, insiste en marcar. “Hoy se ve la contundencia de un ajuste brutal, un ajuste y una violencia económica sostenida sobre una violencia simbólica, discursiva, sin antecedentes. Esa violencia la ejerce la institucionalidad del país. Eso sí es nuevo para el 8M y es nuevo también el silencio de las dirigencia frente a esa violencia. Es nueva la naturalización. ‘El presidente es así’, se dice y hay complicidad. Preocupa porque en algún sentido hay una violencia en escalada que no tiene límites aparentemente. No sabemos hasta dónde, porque ese límite no lo pone nadie. Lo ponemos nosotras en la calle”, contextualizó Angelino.

El ajuste, el hambre, la violencia golpean acá y allá, en todos lados. “Se articulan esta vez muchas más fuerzas. Se juntan enorme cantidad de demandas: salarios. condiciones de trabajo, el cuidado, la precarización, la invisibilización de ciertos lugares que creíamos conquistados. Lo interseccional caracteriza a esta movilización a la que estamos convocando”, describió la militante que encuentra que esta vez es más cierto que nunca que la perspectiva de género atraviesa dimensiones infinitas del acontecer social. Hoy, cuando se dice mujer trabajadora, se dice casi todo sobre el presente del país.

 

Pacto democrático

Alé se anima a mirar de frente “lo nuevo” de este 8M. “Por primera vez, en 40 años, tenemos miedo de que se hayan roto acuerdos mínimos para sostener la vida en democracia. Se está bordeando la cornisa. Esta ferocidad, esta amenaza continua avasalla cuestiones del sentido común que creíamos totalmente asumidas, que están escritas en la Constitución”, describe y agrega que “la pasividad del Poder Legislativo, del Poder Judicial hace que nos preguntemos si hemos perdido los acuerdos básicos”.

Asselborn, de 19 años, estudiante oriunda de Santa Elena llega por primera vez al mundo feminista y a la organización del 8M. Es que para ella, como para otras, el escenario que describe Alé es antes que nada, un impulso para adelante: “Eso justamente nos motiva a poner el cuerpo, a convocar a la movilización, a la participación. Si los legisladores y los jueces no hacen su trabajo, si no van a defender los derechos, estamos convocadas a marchar, a recordarnos una vez más que están en juego cosas básicas y que están en nosotras defenderlas”.

Alé no acepta que deslegitimen su postura con “las mayorías” que pusieron a Javier Milei en la Casa Rosada. “Si fuera por eso, no tendríamos ningún derecho. No tendríamos matrimonio igualitario, ni derechos laborales, ni cupo laboral trans, ni ley del aborto. Hubo mayorías en algún momento que pensaban que no teníamos derecho a votar las mujeres y hasta creían que la biología les daba la razón”, argumentó.

Analizó también el voto mayoritario de la elección de noviembre: “En las mayorías hay hartazgo, hay falta de respuestas a las necesidades, hay responsabilidad de parte de los medios. Se ha estigmatizado la función social que tiene hacer política. Pasó en el 2001, en los 90. Otra vez es malo juntarse con otros para pensar otro modelo de país”.

 

Reconstrucción

“Hay deudas de la democracia. Como activistas tenemos que poder ver, conversar con otras personas. El desencanto también está y a veces llega tan rápido como el encanto que hizo emerger esta figura en política (por Milei). Lo importante es tomar las riendas de este límite que está faltando. El límite, decir ‘basta’. Porque hay redes comunitarias que funcionan, hay asistencia alimentaria pero acá no se distribuye un alimento desde noviembre. Hay solidaridad, hay capilaridad en la comunidad que existe todavía”, rescató Angelino que convoca a “volver a empezar” y plantea su caso, como docente: “Muchos de mis estudiantes votaron a Milei, muchos compañeros docentes votaron a Milei. Tenemos que ponernos a pensar juntos, a reconstruir desde todos los lugares que habitamos”.

Y Alé se entusiasma y convoca a “reconstruir un proyecto colectivo que nos permita una vida más digna para todas las personas, una vida que nos conecte con otro modo de producción, que nos relacione con la naturaleza y el medio ambiente. También con la espiritualidad como transmiten siempre las compañeras de los pueblos originarios”.

Asselborn se permite habilitar “la bronca” y ponerla a jugar ante la jornada de protesta del 8 de marzo. “Esa bronca, ese desencanto hay que transformarlo. Hay que escuchar esos afectos, charlarlos, preguntar, escuchar. Y mostrar que hay una solución: el activismo, la participación y la lucha”.

En eso andan. Trabajando, organizando, coordinando. En eso andan, imaginando la mejor forma de intervenir en un presente gris, en un silencio de sepulcro. Buscando la forma más potente de avivar las calles de la ciudad, de poner un límite, de decir basta.  Siendo muchas, juntas, con pañuelos y bengalas color violeta.

Fuente: Página Política
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