Sergio Montiel dejó la política ayer, a doce días de haber cumplido 84 años y a nueve de que el radicalismo entrerriano marcara su piso electoral, con el 18,8% de los votos.
En ocho años, desde que el último caudillo radical abandonara el poder, la UCR no pudo rearmarse como partido de alternancia en Entre Ríos y fue perdiendo votos en las tres elecciones para gobernador que ocurrieron desde entonces: en 2003 Sergio Varisco queda con el 34%; en 2007 Gustavo Cusinato cae al 19,8% y en 2011 Atilio Benedetti resbala un punto más, al 18,8%.
En lo que va del siglo, los radicales no han podido quitarse de encima el peso del fracaso de la Alianza en el poder, que concluyó con la huida de Fernando de la Rúa en la crisis de 2001.
Montiel no se fue con De la Rúa, claro está. Irse antes de tiempo fue siempre una acción imposible siquiera de imaginar para su concepción del poder. Se quedó hasta el final de su mandato resistiendo reiterados planteos de juicio político de parte de una Legislatura que se le había vuelto adversa, en buena medida por discrepancias con su perfil de gestión personalista, de sesgo autoritario, que en la provincia terminó agravando una crisis que era nacional.
Sus cualidades de estadista terminaron empañadas por su resistencia al diálogo, una práctica que concebía como una señal de debilidad. Su estilo confrontativo hizo que fuera, en el terreno de la política, parte y no solamente víctima de la crisis nacional. Su responsabilidad política en la represión que se cobró tres vidas en Paraná y el golpe al poder adquisitivo del conjunto de la población que significaron los bonos federales –mucho más devaluados que otras cuasimonedas provinciales– hicieron el resto para construir una imagen negativa que se proyectó sobre el radicalismo hasta el presente.
Tras los intentos de destitución de 2002, Montiel logra estabilizar el final de su gestión, que compartió con Néstor Kirchner en la presidencia de la Nación entre el 25 de mayo y el 11 de diciembre de 2003. Buscó llegar al final con todo el resto posible: convocó a elecciones para el 23 de noviembre, sólo un par de semanas antes del traspaso del mando a Jorge Busti, su principal adversario político.
Sin liderazgos
Favorecida por los ecos del conflicto por la resolución 125 de 2008, en junio de 2009 la UCR se reencuentra con el triunfo electoral, aunque por un estrecho margen, apenas unos 4 mil votos. La victoria, que posicionó a Atilio Benedetti como candidato a gobernador para 2011, tuvo mucho de voto castigo, el que se aplica en los turnos legislativos, cuando no se decide quien gobierna. No obstante, el empresario de Larroque poco hizo para potenciar sus chances electorales.
La crisis radical se explica no sólo en la imagen claramente negativa que quedó en el grueso de la población del último gobierno, sino en que luego de Montiel no hubo otro liderazgo político fuerte en la UCR de Entre Ríos.
En su proyecto para la gobernación, Benedetti buscó marcar distancia, afirmando que Montiel era “el pasado”. Un ejemplo claro de ello ocurrió el 4 de octubre de 2009, cuando el entonces diputado electo se retiró de un acto que organizó el comité radical de María Grande al momento en el que el ex gobernador hiciera uso de la palabra. Ni siquiera lo saludó.
Montiel había dicho unos días antes que el radicalismo ganaba en las legislativas de junio de 2009 con cualquier candidato y, antes de las elecciones, que ningún candidato lo convencía.
Como casi todos los radicales, Benedetti trabajó para que Montiel llegue en 1983 al gobierno. Pero en 1999 marcó diferencias y protagonizó un episodio que jamás olvidará: se atrevió a pedirle que diera un paso al costado en su postulación para la segunda gobernación, como vocero de un grupo de una docena de intendentes que pretendían una renovación dirigencial impulsando al entonces jefe comunal de Nogoyá, Gustavo Cusinato. Montiel nunca le perdonó semejante atrevimiento.
En cambio, el viejo caudillo tuvo una actitud distinta con otros adversarios internos. Hace poco más de un año, en agosto de 2010, accedió a participar del homenaje que le hiciera el Comité Capital de la UCR, en ese momento presidido por el ahora diputado electo Fabián Rogel, que fuera uno de los principales operadores del juicio político que en abril de 2002 estuvo muy cerca de destituir a Montiel.
El final
Montiel fue consciente de su desprestigio político y de que su poder se expandía sólo fronteras adentro del partido. Por eso y por sus problemas de salud, en los últimos años evitó jugar fuerte, aun cuando muchos de sus amigos se lo pedían y varios dirigentes especulaban con sacar ventaja del regreso a la arena política del viejo líder.
No obstante, las polémicas posiciones públicas que sentaba cada tanto –dando notas a los comunicadores que él elegía– siempre generaban algún revuelo. Así fue como condenó a Benedetti, como dijo que en la UCR no había conducción política, o como optó por la efímera postulación presidencial de Ernesto Sanz, su ex alumno, a quien incluso llegó a acompañar en una cena política en Victoria.
En los últimos años, Montiel evitó los primeros planos de la política, pero como auténtico animal político que fue, sólo la abandonó ayer a la mañana.
Trayectoria política
Sergio Montiel nació en Concepción del Uruguay el 20 de octubre de 1927. Abogado de profesión, fue profesor de derecho constitucional de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral. Ocupó diversos cargos partidarios en la UCR y debutó en la función pública como subsecretario de Justicia de la Provincia, tras el derrocamiento del gobierno peronista en 1955.
Fue luego ministro de Acción Social durante el gobierno de Carlos Contín, entre 1963 y 1966. En 1972, se lanzó por primera vez como candidato a la gobernación, en apoyo a la fórmula nacional Ricardo Alfonsín – Conrado Storani, que fue derrotada en la interna por la Línea Nacional, que encarnaban Ricardo Balbín y Fernando de la Rúa. Montiel terminó en tercer lugar, detrás de otro agrupamiento alfonsinista, alineado con César Jaroslavsky.
En 1983, la fórmula que integró con Jorge Martínez Garbino, se impuso a la justicialista Blanc – Gay en la elección provincial, consagrándolo como gobernador para el período 1983 – 1987.
En 1991 intentó ser nuevamente electo gobernador, pero fue derrotado por el justicialista Mario Moine. En 1995, siendo diputado nacional, volvió a intentarlo y a fracasar frente a Jorge Busti.
Por su oposición al Pacto de Olivos firmado por Raúl Alfonsín y Carlos Menem, que permitió la reforma constitucional y la inclusión de la cláusula de reelección que posibilitó al riojano un segundo mandato en 1995, el comité provincia de Entre Ríos, dominado por el montielismo, fue intervenido por el congreso partidario nacional en marzo de 1994. A fines de la década, Montiel y Alfonsín alcanzaron la reconciliación.
En 1999 llegaría nuevamente a la gobernación, esta vez acompañado por Edelmiro Tomás Pauletti. Favorecido por la ola nacional de la Alianza de Fernando de la Rúa – Carlos Chacho Álvarez, venció en los comicios de octubre de ese año a la fórmula del peronismo Héctor Maya – Faustino Schiavoni.