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OPINIÓN

El voto femenino, una herramienta para la paz y la democracia

Sara Liponezky, directora del Museo Eva Perón, analiza distintos momentos del discurso de Evita, a propósito de los 75 años del voto femenino. Una vuelta al espíritu político y de género de aquellas palabras.

Por Sara Liponezky

El mensaje pronunciado por Eva Perón el 23 de septiembre, para anunciar la sanción de la ley que consagra los derechos políticos de las mujeres argentinas, es quizás de los más consistentes conocidos. En lo personal, lo he escuchado y leído varias veces y siempre me impresiona su carga conceptual y su pasión. Por eso me ha inspirado algunos comentarios, a partir de su transcripción completa.

“Mujeres de mi Patria:
Recibo en este instante, de manos del Gobierno de la Nación, la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras, con la certeza de que lo hago, en nombre y representación de todas las mujeres argentinas. Sintiendo, jubilosamente, que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos una larga historia de lucha, tropiezos y esperanzas”.

Este párrafo tiene un enorme significado y simbolismo. Al decir “de manos del Gobierno” describe un hecho francamente excepcional ya que pocas personas en la historia han recibido esa clase de ofrenda. Que la coloca como depositaria de un mando: hacer cumplir la ley sancionada. Pero ella prefiere no ser autoreferencial, aclara que lo hace “en nombre y representación” de todas. Resigna el “yo” para potenciarse en el “nosotras” e inscribirse en una epopeya que le precede. Así lo confirma en su reconocimiento a las luchas que forman parte de la nueva gestación. Una grandeza poco visible en las lideresas y líderes de este tiempo.

Es muy fuerte su apelación a las presentes como “hermanas”. No dice “compañeras” usa un sustantivo cargado de afectividad y sin sectarismo, propio de quien se siente ligada por un vínculo tan poderoso como la sangre. Y es consistente con su percepción del logro en sentido colectivo.

Y sigue diciendo:

“Por eso hay en ella crispaciones de indignación, sombras de ocasos amenazadores, pero también, alegre despertar de auroras triunfales!…Y esto último, que traduce la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional, sólo ha sido posible en el ambiente de justicia, de recuperación y de saneamiento de la Patria, que estimula e inspira la obra de gobierno del general Perón, líder del pueblo argentino.
Mis queridas compañeras: Hemos llegado al objetivo que nos habíamos trazado, después de una lucha ardorosa. Debimos afrontar la calumnia, la injuria, la infamia. Nuestros eternos enemigos, los enemigos del pueblo y sus reivindicaciones, pusieron en juego todos los resortes de la oligarquía para impedir el triunfo”.

Esa referencia a la larga historia es un acto de justicia riguroso con el proceso de reclamo por los derechos políticos de las mujeres, en los albores del Siglo XX. Para aquellas pioneras como Alicia Moureau, Julieta Lanteri, Cecilia Grierson y otras.

Evita explica esta nueva reivindicación en un contexto político caracterizado por la emergencia de sectores históricamente marginados, que acceden a nuevos derechos, bienes y servicios (los trabajadores, las mujeres, las infancias desvalidas, los ancianos. En ese marco inscribe a la ley conquistada como un triunfo sobre los mismos grupos dominantes que resisten la inclusión y su contracara, la perdida de privilegios. Asocia la lucha de las mujeres con la de todo el pueblo, en un proceso de transformaciones sociales inédito. Esa concepción es importante para situar a las expresiones actuales del feminismo y tener claro el rumbo.

“Desde un sector de la prensa al servicio de intereses anti-argentinos, se ignoró a esta legión de mujeres que me acompañan; desde un minúsculo sector del Parlamento, se intentó postergar la sanción de esta ley. Esta maniobra fue vencida gracias a la decidida y valiente actitud de nuestro diputado Eduardo Colom. Desde las tribunas públicas, los hombres repudiados por el pueblo el 24 de febrero, levantaron su voz de ventrílocuos, respondiendo a órdenes ajenas a los intereses de la Patria. Pero nada podían hacer frente a la decisión, al tesón, a la resolución firme de un pueblo, como el nuestro, que el 17 de octubre, con el coronel Perón al frente, trazó su destino histórico. Entonces, como en los albores de nuestra independencia política, la mujer argentina tenía que jugar su papel en la lucha. Hemos roto los viejos prejuicios de la oligarquía en derrota. Hemos llegado repito, al objetivo que nos habíamos trazado, que acariciamos amorosamente a lo largo de la jornada. El camino ha sido largo y penoso. Pero para gloria de la mujer, reivindicadora infatigable de sus derechos esenciales, los obstáculos opuestos no la arredraron. Por el contrario, le sirvieron de estímulo y acicate para proseguir la lucha. A medida que se multiplicaban esos obstáculos, se acentuaba nuestro entusiasmo. Cuando más crecían, más y más se agigantaba nuestra voluntad de vencer. Y ya al final, ante las puertas mismas del triunfo, las triquiñuelas de una oposición falsamente progresista, intentó el último golpe para dilatar la sanción de la ley.
La maniobra contra el pueblo, contra la mujer, aumentó nuestra fe. Era y es la fe puesta en Dios, en el porvenir de la Patria, en el general Perón y en nuestros derechos. Así se arrancó la máscara a los falsos apóstoles, para poner punto final a la comedia anemocrática”.

La descripción – magistral- de los sectores que resistieron la ley sería perfectamente válida hoy. Voces de la prensa aliadas a intereses económicos y políticos reaccionarios. Que en una metáfora inteligente denomina “ventrílocuos” porque solo gesticulan un libreto que les apuntan desde afuera.

Frente a esa poderosa y repetida conjura (en nuestra historia política) Evita reivindica la potencia extraordinaria de las mujeres en defensa de sus legítimos derechos, su resiliencia y su tenacidad ante las mayores dificultades. No olvida destacar al legislador más importante en la definición del debate, ni tampoco omite la palabra “amor”pues en la secuencia del difícil proceso, dice que acariciaban “amorosamente” el objetivo. Y hace visible en un gesto de justicia reparadora, el protagonismo femenino presente desde los tiempos iniciales de nuestra Patria. Su crítica al falso progresismo y a los seudoapóstoles, ambos refractarios a todo cambio trascendente es también de llamativa vigencia. Cuando habla de “poner punto final a la condena anemocrática” dimensiona cabalmente el sentido de la ley. Si bien es un triunfo para las mujeres, parido por ellas y para su emancipación, es cierto que vino a completar la democracia, sesgada desde la ley del voto, mal llamado universal.

Y como siempre su fe religiosa, en el pueblo y en Perón, aparecen como un sustento insoslayable.

Y continúa el discurso…

“Pero… ¡bendita sea la lucha a que nos obligó la incomprensión y la mentira de los enemigos de la Patria!… ¡Benditos sean los obstáculos con que quisieron cerrarnos el camino, los dirigentes de esa falsa democracia de los privilegios oligárquicos y la negación nacional! Factores negativos que ignoran al pueblo, que desprecian al trabajo y trafican con él, incapacitados para comprender sus reservas combativas. Esas mentiras, esos obstáculos, esa incomprensión, retemplaron nuestros espíritus. Y hoy, victoriosas, surgimos conscientes y emancipadas, fortalecidas y pletóricas de fe en nuestras propias fuerzas. Hoy, sumamos nuestras voluntades cívicas a la voluntad nacional de seguir las enseñanzas dignificadoras y recuperadoras de nuestro líder, el general Perón. Marchamos con las vanguardias del pueblo que labrará desde las urnas el porvenir de la Patria ansiando una Nación más grande, más próspera, más feliz, más justiciera y más efectivamente argentina y de los argentinos”.

“He recorrido los viejos países de Europa, algunos devastados por la guerra. Allí, en contacto directo con el pueblo, he aprendido una lección más en la vida. La lección ejemplarizadora de la mujer abnegada y de trabajo, que lucha junto al hombre por la recuperación y por la paz. Mujeres que suman el aporte de su voluntad, de su capacidad y de su tesón. Mujeres que forjaron armas para sus hermanos, que combatieron al lado de ellos, niveladas en el valor y el heroísmo.

Mis queridas compañeras: ¡Inspirémonos en su ejemplo! Este triunfo nuestro encarna un deber, como lo es el alto deber hacia el pueblo y hacia la Patria. El sufragio, que nos da participación en el porvenir nacional, lanza sobre nuestros hombros una pesada responsabilidad. Es la responsabilidad de elegir”.

“Mejor dicho, de saber elegir, para que nuestra cooperación empuje a la nacionalidad hacia las altas etapas que le reserva el destino, barriendo en su marcha los resabios de cuanto se oponga a la felicidad del pueblo y al bienestar de la Nación.
¡Con nuestro triunfo hemos aceptado esta responsabilidad y no habremos de renunciar a ella! La experiencia de estos últimos años, que puso frente a frente la reprimida vocación nacional de justicia económica, política y social, y los viejos caciques negatorios de los derechos populares, ha de servirnos de ejemplo. En momentos de gravedad, los hombres argentinos supieron elegir al líder de su destino e identificaron en el general Perón todas sus ansias negadas, vilipendiadas y burladas por la oligarquía sirviente de intereses foráneos. ¿Podremos acaso las mujeres argentinas hacer otra cosa que no sea consolidar esa histórica conquista? ¡Yo digo que no! ¡Yo proclamo que no! Y yo les juro que no, a todas las compañeras de mi Patria”.

“El voto que hemos conquistado es una herramienta nueva en nuestras manos. Pero nuestras manos no son nuevas en las luchas, en el trabajo y en el milagro repetido de la creación.
¡Bordamos los colores de la Patria sobre las banderas libertadoras de medio continente! ¡Afilamos las puntas de las lanzas heroicas que impusieron a los invasores la soberanía nacional!
Fecundamos la tierra con el sudor de nuestras frentes y dignificamos con nuestro trabajo la fábrica y el taller. Y votaremos con la conciencia y la dignidad de nuestra condición de mujeres, llegadas a la mayoría de edad cívica bajo el gobierno recuperador de nuestro jefe y líder, el general Perón”.

Nuevamente Evita describe el contexto social y económico anterior al Peronismo y el nuevo escenario de dignificación, crecimiento y equidad que generó ese virtuoso proceso. Compromete a las mujeres con el ejemplo de sus pares europeas y el de sus compatriotas en los orígenes de la Nación. Pone toda su energía en alertarlas sobre la inmensa cuota de poder que contiene el voto, para decidir el destino colectivo.

“Tenemos, hermanas mías, una alta misión que cumplir en los años que se avecinan. Luchar por la paz. Pero la lucha por la paz es también una guerra. Una guerra declarada y sin cuartel contra los privilegios de los parásitos que pretenden volver a negociar nuestro patrimonio de argentinos. Una guerra sin cuartel contra los que avergonzaron, en un pasado próximo, nuestra condición nacional. Una guerra sin cuartel contra los que quieren volver a lanzar sobre nuestro pueblo la injusticia y la sujeción. En esta batalla por el porvenir, dentro de la dignidad y la justicia, la Patria nos señala un lugar que llenaremos con honor. Con honor y con conciencia. Con dignidad y altivez. Con nuestro derecho al trabajo y nuestro derecho cívico.
Somos las mujeres, misioneras de paz. Los sacrificios y las luchas sólo han logrado, hasta ahora, multiplicar nuestra fe.
Alcemos, todas juntas, esa fe, e iluminemos con ella el sendero de nuestro destino. Es un destino grande, apasionado y feliz. Tenemos para conquistarlo y merecerlo, tres bases insobornables, inconmovibles: una ilimitada confianza en Dios y en su infinita justicia; una Patria incomparable a quien amar con pasión y un líder que el destino moldeó para enfrentar victoriosamente los problemas de la época: el general Perón.
Con él y con el voto, contribuiremos a la perfección de la democracia argentina, mis queridas compañeras”.

En esta última parte de su mensaje Evita menciona la palabra Paz como una misiónde las mujeres. Pero le aplica un contenido asociado al combate contra los enemigos del pueblo y de la soberanía nacional. No es la “quietud de los cementerios”, no es aséptica, sin condiciones. No es compatible con la violencia que generan los privilegios, ni con la entrega del patrimonio nacional. Lo plantea como un aporte formidable a la construcción del nuevo orden que el Peronismo creó, y a su permanencia. Y otra vez Evita vincula esa herramienta valiosa con la perfección de la democracia. Al convocarlas a votar con conciencia y explícitamente por Perón,lo describe cómo “un líder que el destino moldeó para enfrenar los problemas de la época”. Si bien tiene algo de mesiánico, de providencial, es una definición lúcida sobre la aptitud del líder para encarnar las expectativas de su comunidad y asumir los desafíos de su tiempo.

Para concluir, la sensación a flor de piel es que su lectura nos deja mudas, pero no nos paraliza. Nos mueve a la reflexión, la admiración y la pasión. Fortalece la convicción de que como mujeres, con vocación de transformar la inequidad social y defender nuestra identidad nacional, con esa marca de origen, somos casi invencibles.

Fuente: Página Política
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