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Politólogos hoy

Eduardo Medina sugiere que las Ciencias Sociales han encontrado en la politología el último rescoldo para intervenir en nuestras vidas. Saberes y experiencias acumuladas por profesionales a nivel nacional y local. La particularidad de los egresados de la UNER.

Por Eduardo Medina, politólogo (FTS-UNER)

@EduKM1983

Dentro de las Ciencias Sociales, la pregunta ¿para qué sirve un politólogo? marca o demuestra la dispersión de los saberes o bien la falta de especificidad de los mismos. Sin embargo, hay algo que podemos afirmar con certeza y es que nuestro sistema político está cada vez más habitado por politólogos. Si bien los mismos ocupan en la actualidad terceras o cuartas líneas en la gestión del gobierno nacional o de los distintos gobiernos provinciales, no es ilógico aventurar un cierto quiebre en la tradición que hasta ahora tenía a los abogados como unidades mínimas de acción. ¿Se acerca otra forma de pensar la política, sus prácticas, sus métodos? ¿Cuánto de estos nuevos saberes pueden mellar la realidad, tocarla o transformarla? ¿Supone un avance o un retroceso?

Los antecedentes recientes no son muy alentadores, pero tienen su explicación. La gestión de Mauricio Macri (2015-2019) contaba con numerosos cientistas políticos entre sus filas, ocupando éstos algunos puestos clave en la toma de decisiones. Marcos Peña en la Jefatura de Gabinete de Ministros o Laura Alonso en la Oficina Anticorrupción son algunos ejemplos. La mayoría de estos profesionales venían de universidades privadas o bien llevaban algún tiempo trabajando para grandes empresas y consultorías de todo tipo. Cuando en diciembre de 2015 Cambiemos asumió el gobierno nacional, el de la provincia de Buenos Aires y sostuvo su mandato en CABA, tuvo que nutrirse rápidamente de “cuadros” para cubrir las centenares de vacantes que del día a la noche habían surgido en las distintas administraciones. Se buscó entonces, en las sedes porteñas de distintas entidades con ideologías afines, a las personas que sin preparación ni calle (léase, militancia) se avocaran inesperadamente al manejo de la cosa pública. Entre estos espacios de recolección, la Universidad Católica Argentina (UCA) fue la que observó un poco más estupefacta que el resto cómo se vaciaban algunos de sus claustros centrales. El Radicalismo, que desde la fallida gestión de Fernando de la Rúa acumulaba mano de obra ociosa en sus comités, no fue tan tenido en cuenta como esperaba, o quizás no gozó de la confianza necesaria. Como sea, un ejército de diversos profesionales, entre ellos numerosos politólogos, salió a la palestra para ver en qué podían sumar a la causa. Los resultados no fueron los esperados. Los cursos de couching, marketing u oratoria que algunos ostentaban en sus curriculum se chocaron de frente con el viejo “arte de la política” para el que la mayoría no estaba adiestrada. Los clásicos slogans de gestión sobre “transparencia”, “gobierno abierto” y “modernización” por ejemplo, tuvieron que vérselas con necesidades coyunturales, con una administración pública añejada y con un aparato burocrático precarizado y conservador en muchos ámbitos. La “pobreza cero” tuvo su Waterloo en el Conurbano. El mejor equipo de los últimos cincuenta años fracasó estrepitosamente y sus ejércitos de reserva, tras un tiempo, volvieron a donde habían salido, aunque ahora con experiencia acumulada y cierto kilometraje nada despreciable.

El gobierno de Alberto Fernández comenzó su mandato a finales de 2019 con varios politólogos entre sus filas, y como Macri, con un Jefe de Gabinete también de ese palo. Claro está que la gran mayoría de sus funcionarios provienen de la Universidad Pública, con formaciones de posgrado, con trayectorias en la docencia y demás. Los discursos de muchos de estos apuntan a una mirada compleja de lo social, a una fuerte reivindicación de lo público, al valor de la política como herramienta de transformación y a un Estado que interviene en favor de la equidad y el desarrollo en conjunto. Hasta ahí el discurso. La pandemia puso en jaque muchas expectativas. La adversidad desnudó la falta de virtudes de más de uno. Pocos habían leído El Príncipe con esmero. La Fortuna aún no se ha hecho presente para el Frente Todos y hay que remarla, capear un temporal que viene largo. Y sí, hay funcionarios que no funcionan.

En Paraná hay al menos tres centros educativos en no más de 40 kilómetros a la redonda que imparten saberes de Ciencia Política. Dos en la ciudad y uno en Santa Fe. Es mucha oferta para la zona, pero apuntala en lo macro un curioso interés de la sociedad hacia esa actividad que muchos observan con desdén y simpatía a la vez. Demás está decir que la carrera no brinda un manual práctico para el día a día. Es decir, el politólogo no se forma para ser “político” como habitualmente se dice, ya sea ministro, secretario, diputado o intendente. Dentro de la formación académica hay numerosas salidas como pueden ser la docencia, la investigación, el análisis, etc. Claro que en la calle, con título en mano, hay que arreglárselas como se puede y las expectativas pocas veces concuerdan con la realidad.

Lo cierto es que los politólogos van copando distintos espacios en las administraciones de municipios y de la provincia. Están por ahora tras bambalinas realizando pequeñas tareas, pero poco a poco urden inconsciente y azarosamente su inevitable arribo. Trabajan con horizontes de tiempo, pensando la coyuntura y el largo plazo. En el tablero ven actores, con intenciones, recorridos, apuestas. La historia va entretejiendo los diversos escenarios que se presentan y es bueno siempre tenerla en cuenta. La institucionalidad se construye y se respeta solo si sirve al bien común. El status quo no es una opción si se interpone en el camino.

Entre Ríos es conservadora por excelencia, pero el Feminismo ya ha demostrado que incluso acá los barones provinciales tienen sus horas contadas como mandamases. La agenda sobre Género se ha mezclado inexorablemente entre las prioridades de gobierno. La soporífera perorata de que las cosas funcionan bien porque siempre se han hecho así no tiene (casi) lugar. Por ejemplo, desde hace unos años el concepto oficial de “cultura” se ha modificado. Nuestra “cultura” ya no es solo gente domando potros, tocando chamamé o haciendo payadas, sino que se ha incorporado a la feria como lugar de encuentro, la gastronomía como eje de ese encuentro, y las bandas y artistas locales de diferentes expresiones como espectáculo y como mensaje. En moralidades solidificadas, el significado se entreteje paulatinamente en la diversidad. El emprendedurísmo pica en punta y también tiene su lugar en la agenda frente a una industrialización mesiánica que nunca llega. Hay una clara narrativa pública de escuchar todas las voces, pero bueno, aún falta ese click para que las decisiones dejen de tomarse entre uno o dos.

En Paraná la politología tiene un plus. Los que vienen de la Facultad de Trabajo Social de la UNER han entreverado sus saberes con la disciplina original de esa casa, el Trabajo Social, y lo que ha salido de allí es una mirada mucho más enriquecida de la sociedad, la política, la economía y la cultura. Se aprende desde cero que lo que está en la base de la cuestión social es la desigualdad; que el Otro guarda para nosotros un respeto inexpugnable, en su cuidado, en su apoyo; y que es tan necesario comprender la complejidad de la trama social, como entender la historia, los roles y las potencialidades del Estado, que va de suyo que siempre deberá estar presente o nada.

La gestión nacional de Cambiemos dejó algunas enseñanzas que no habría que desechar tan fácilmente en ninguna de las líneas estatales. Se necesita un claro conocimiento de metodología para la investigación de lo social. No se puede arrancar un proyecto de país sin una teoría o marco conceptual que guíe los pasos (eso que antes se llamaba “ideología”). La vieja Ética aún tiene cosas para decirnos y reclama estar presente en cada paso que demos. El porteñocentrismo y una mirada permanente desde las alturas no sirven.

El macrismo fue ducho antes y durante su gestión nacional en la recolección de datos (y en la manipulación de los mismos), ya sea a través de las redes sociales, encuestas, focus group, etc., pero al momento de tomar decisiones, incluso con esta información en la mano, no pudo aunar la realidad material y simbólica a sus objetivos de gobierno. Obnubilado por la hiperconectividad y sus múltiples posibilidades, devoto del Big Data y predicador consecuente de “lo nuevo”, no consiguió a tiempo una metodología, una teoría, una ética y un campo de acción necesario que lograra conjugar todos esos saberes y volcarlos en el sostenimiento de su poder en el Estado. Ahora, con Patricia Bullrich a la cabeza, parece estar bolsonarizándose, aunque halla cada tanto, fruto de su reciente experiencia, algunas cuerdas sensibles que le permiten tensar la opinión pública a su favor.

Quizás las Ciencias Sociales han encontrado en la politología el último rescoldo para intervenir en nuestras vidas. Si a fines de los ´70, para Habermas, era la sociología la única que tenía algo para decirnos, la única que podía explicarnos lo que teníamos en frente, hoy en día es la Ciencia Política la única que pragmáticamente puede hacer algo por nosotros, y tal vez salvarnos. Ha acumulado dentro de sí un poco de los saberes del resto de las disciplinas humanísticas y sociales. Ha estudiado en Latinoamérica todos los fracasos de gobiernos, de partidos y de movimientos. Ha visto la fragmentación de la base de la pirámide social después de la última dictadura Cívico-Militar, su dispersión en pequeños pedazos en los ´90 y el intento de reconstrucción en 2003 de la mano de Néstor Kirchner y el socialismo latinoamericano. Ha trabajado a fondo en pos de la conservación de la democracia, sus instituciones principales y los fundamentos de todo este sistema. Conoce la palabra “consenso” mejor que nadie.

Los saberes de la Ciencia Política pueden traer un viento fresco sobre cierto tedio y desidia que nos invade por estos días de virus y bacterias. Si esta novedosa mirada puede terminar en un avance o en un retroceso, lo sabremos en un tiempo quizás no tan lejano. Eso dependerá de quienes hoy tienen que sacar los codos de la mesa y dar lugar a los espíritus jóvenes, o bien seguir en la suya y encaminarse tozudamente hacia nuevos fracasos.

Fuente: Página Política
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