Por Ayelén Acosta (*)
En el 2003 veníamos de una crisis económica y social muy fuerte. Sin embargo, el sueldo promedio todavía era de 1300 dólares (8 veces más que hoy), la inflación era del 13% anual y la pobreza estaban en el 30%. En el plano social la grieta no existía. El campo era el motor productivo del país y no el enemigo público del gobierno. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo solo hacían actos para anunciar un nuevo nieto encontrado. El paco y la pasta base no habían llegado a nuestras calles.
Muy poquitos sabían que este modelo destructivo y corrupto ya se había iniciado con éxito en la provincia de Santa Cruz en los años 90. Después, su plan lo exportaron a todo el país, poniendo gobernadores e intendentes de su misma talla, dispuestos a ser cómplices de sus planes.
En Entre Ríos, sin ir más lejos, el poder provincial fue de tres gobernadores kirchneristas. Primero Busti, luego Uribarri y ahora Bordet. Los tres oriundos de Concordia. Los tres se van con el legado de haber convertido a su ciudad en la más pobre del país.
Néstor Kirchner falleció hace más de 10 años. Desde entonces, lejos de terminarse, el kirchnerismo se potenció. Nos confirmó que el populismo y la corrupción tienen herederos. Y así como en aquel entonces lo fue su esposa, hoy buscará sus herederos nacionales en su hijo Máximo, en Kicillof o en Wado de Pedro. Y en Entre Ríos lo van a intentar, sea con Bahl o con Cresto.
Llegó el momento de decirle «Chau» a Cristina Kirchner. Pero no por decisión de ella, sino porque lo decidimos nosotros. Hace 20 años secuestraron al Estado y, desde entonces, lo usaron para su beneficio y el de sus socios. Eso se va a terminar.
El 2023 será un año bisagra. Darle un punto final a la historia de impunidad y pobreza está en nuestras manos.
(*) Diputada provincial del PRO. Precandidata a intendenta de Paraná.
Fuente: Página Política