Alcanzaría con leer los pronunciamientos públicos en este período especial de cuarentena. Pero la percepción se refuerza en las conversaciones informales que Página Política mantuvo en los últimos diez días con dirigentes de distintos partidos y espacios internos de Cambiemos, con y sin cargos: no hay una conducción política, o al menos una mínima coordinación para definir el rol opositor en Entre Ríos.
La excepción es, al menos en el plano operativo, la Legislatura, donde el interbloque de Juntos por el Cambio viene funcionando como tal en Diputados y mantiene diálogo con los senadores. Pero, entre los partidos que integran la coalición opositora y al interior de cada fuerza política conviven duros y dialoguistas.
Los agrupamientos no necesariamente resultan directamente proporcionales a las responsabilidades de gobierno. Aunque, naturalmente, ningún intendente se va a pelear con el gobierno provincial o nacional. Son los que están más enojados, porque son los que ponen el cuerpo en la primera línea de los reclamos por los devastadores efectos de la parálisis económica. Pero son también los que están más obligados a morderse la lengua para no morir por falta de auxilios.
Las diferencias internas sobre el rol opositor exceden a esta natural divisoria de aguas entre dirigentes con o sin cargos ejecutivos. Hubo la semana pasada un buen ejemplo en las filas de diputados del PRO.
El jefe de la bancada, Esteban Vitor, emitió una dura declaración tras reunirse con el gobernador Gustavo Bordet. Afirmó que “la grave situación financiera de la provincia no es culpa de la pandemia”, y cuestionó “la ausencia de previsión y la carencia de planes de contingencia, con el tesoro de la de provincia absolutamente en rojo”.
Casi de inmediato, el diputado Manuel Troncoso se despegó de las críticas que formuló el presidente de su bloque y destacó el “gesto de amplitud” del Gobernador por haber “dispensado de su tiempo para recibir, atender y responder las preguntas que se le formularon desde los bloques legislativos”. Y sentenció: “No son tiempos para exigir, ni para echar culpas. Son momentos para actuar con responsabilidad, con unión y diálogo”.
En el PRO y en la UCR muchos vieron detrás la mano de Rogelio Frigerio, con quien se referencia Troncoso. Y no faltó quien reavive el relato de un viejo y soterrado acuerdo entre el ex ministro del Interior macrista y el gobernador peronista.
Control
Como fuere, el contraste público entre Vitor y Troncoso es el mejor ejemplo de las diferentes visiones que anidan en Cambiemos respecto al rol que deben jugar en este período: más o menos críticos, más o menos colaborativos; acompañando las medidas sanitarias con disciplina militar, pero manteniendo la crítica democrática para la vida institucional y, claro, el necesario control de los actos de gobierno. ¿Hasta dónde?
La pandemia altera toda normalidad. También la que ordena la práctica política. El temor inhibe a la dirigencia. No sólo el temor a la incierta evolución de la peste; también a perder predicamento social. Es un dilema nacional: en ningún escenario es redituable criticar a quien posee una imagen tan buena como la que se granjeó Alberto Fernández por sus acertadas decisiones sanitarias. ¿Eso impide reclamar soluciones para la economía? ¿No está bien visto exigir transparencia en la gestión de la crisis? ¿Es un pecado pedir que todos los poderes del estado funcionen plenamente, con las medidas de prevención del caso?
Los más duros creen que no. Leen que hay una importante franja social que no vive del Estado, que depende de sí misma para subsistir. Desde el pequeño cuentapropista que si no trabaja no come, hasta el empresario que corre riesgo de quiebra si se extiende la parálisis de su actividad. Todos ellos, afirman, ven con mucha irritación como jueces, fiscales, legisladores, funcionarios –todos con altos y seguros ingresos- “ponen a la pandemia como excusa para no trabajar”.
“El Gobierno está muy cómodo con la situación actual, porque no quieren que lo controlen, sin Justicia, sin Legislatura. Finalmente se va a hacer lo que quiera el peronismo, porque tienen el poder y la mayoría; por eso con más razón tenemos que salir fuerte a marcar estas diferencias”, afirman, palabras más, palabras menos, los más duros.
Aunque “duros” es una forma de decir. Acompañamiento incondicional o crítico. Ese es todo el dilema. Nadie habla de no acompañar. Una posición así podría asimilarse a la traición en la metáfora bélica que se ha impuesto para describir la lucha contra el Covid-19.
Atomizados
La discusión por el modo en el que la Legislatura debía retomar sus sesiones también divide aguas. Y no sólo en la oposición, como dio cuenta esta semana Página Política:
Pero en Cambiemos y en la propia UCR hubo fuertes diferencias. El diputado Eduardo Solari, por ejemplo, fue quien con más vehemencia reclamó públicamente sesiones presenciales. No fue el caso de Gustavo Cusinato o Gracia Jaroslavsky.
Pero la conducción partidaria de la UCR salió con un fuerte planteo a favor de las sesiones presenciales, en buena parte para no dejar sólo en el rol más crítico a Vitor, el legislador con más alto perfil político de PRO. Desde el interbloque de Cambiemos, la pata peronista marcó distancia:
En este y en otros temas la atomización es la regla dentro de Cambiemos. Cada uno juega la suya y no hay posicionamientos de grupos internos, porque tampoco hay reuniones.
Se presume que pronto puede haber novedades. La corriente Illia, que es el grupo más estable en el radicalismo de la última década, retoma sus asambleas el próximo fin de semana. Será, claro está, a través de la aplicación Zoom.
Año electoral
En octubre se deben renovar las autoridades de la UCR. Aunque en este contexto cuesta vislumbrar un escenario de elecciones internas, pronto deberán iniciarse las conversaciones para una eventual lista de consenso, con toda la movida que eso supone en la tradición radical.
Pero nadie sabe que va a pasar mañana. Si se volverá de a poco a la normalidad o se disparará el contagio cuando venga el frío y todo volverá para atrás.
Ni en público, ni en los grupos de chats, nadie está pidiendo reunirse para institucionalizar Cambiemos o para al menos acordar algunas líneas sobre cómo actuar en esta especial coyuntura.
Hasta el año pasado lo planteaban los intendentes porque necesitaban dar una señal fuerte ante el gobierno nacional de que en la provincia la alianza entre radicales y macristas funcionaba.
Dentro de la UCR lo que más reditúa este año de renovación de conducción es hablar de radicalismo. Un mes antes de la cuarentena, las explosivas declaraciones a Página Política del presidente de la UCR Leandro Arribalzaga dando por muerta a la alianza con el PRO recibieron la réplica de legisladores. Pero dentro de las filas del partido, el planteo cayó bien.
Se explica en los tiempos políticos. Con el PRO fuera del poder, los radicales buscaron desde fines de 2019 recuperar su identidad. Y 2020 es el año de acumular poder hacia adentro del partido. La renovación de autoridades es un paso necesario para las elecciones legislativas del año que viene. Todo ese proceso estaba en marcha. Hasta se había convocado un congreso partidario para darle formalidad al debate. Pero llegó la peste.