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Entre Ríos sin Busti

El pragmático padre del peronismo

El peronismo de Entre Ríos acaba de perder a su dirigente más importante. Setentista en sus orígenes, conservador en el ejercicio del poder, Busti signó como nadie la política entrerriana y moldeó al peronismo provincial contemporáneo. Su pragmatismo lo llevó a convivir con Menem y con Kirchner. Aunque nunca pudo con Cristina.
Pablo Bizai
Por: Pablo Bizai
pablobizai@gmail.com

El mero repaso de su trayectoria política, define a Jorge Pedro Busti como el dirigente más trascendente que dio el peronismo de Entre Ríos. Dos veces intendente de Concordia, tres veces gobernador de la provincia, diputado nacional y provincial, senador nacional, convencional constituyente para las reformas de las constituciones nacional (1994) y provincial (2008).

No es sólo la suma de cargos electivos de tamaña magnitud. Lo que distingue a Busti es que fue el único dirigente contemporáneo que gobernó Entre Ríos tres veces y que lo hizo sin la ayuda de la reelección. Es mucho más fácil retener el poder con reelección. Y es también más fácil gobernar. Las tres veces que lo hizo, Busti debió ingeniárselas para abrir expectativas de continuidad a fin de no perder poder sobre el ocaso de cada mandato. Y cuando finalmente logró introducir la cláusula de reelección, no la pudo usar.

Busti fue mejor constructor de poder que gobernante. En la gestión, fue un administrador obsesionado porque los activos y pasivos estatales cobren su sueldo en tiempo. Siempre se le criticó que ese haya sido su principal desvelo, que haya antepuesto a la administración por sobre el carácter transformador de sus gestiones de gobierno.

Pero en el ejercicio del poder dejó su marca, con una fuerte sensibilidad social hacia los sectores más postergados. La jubilación para las amas de casa es un buen ejemplo.

En los años de bipartidismo y con un caudillo como Sergio Montiel enfrente, Busti apeló a una construcción política basada en la confrontación. Y fue el mejor de los peronistas para acumular poder.

Ante las demandas de los distintos momentos históricos por los que atravesó la joven democracia argentina, Busti privilegió su permanencia en el poder al diseño de políticas de mediano y largo plazo que trascendieran su gobierno. No fue un problema exclusivo de Busti. Una buena parte de la suerte de la provincia, la más atrasada de la Región Centro, se debe a esta limitación de sus gobernantes.

Los críticos de Busti siempre le reprocharon lo poco transformadores que fueron sus tres gobiernos. Pero esos mismos críticos reconocen a la reforma de la Constitución Provincial como su principal legado.

Luego de haber gobernado tres veces la provincia, en 2008 Busti presidió la Convención Constituyente que actualizó una Constitución provincial con más de 70 años de vigencia. El convencional radical Luis Brasesco la llamó “la Constitución del consenso”.  Y hasta Montiel estuvo de acuerdo con el resultado de esa reforma.

 

Incansable

Busti no paraba nunca de hacer política. Su gravitación en las filas del partido de Perón y Evita se debió a su enorme talento para conducir y contener a la dirigencia del peronismo, con la misma calidad de atención para los macro y los micro asuntos de la política.

Los que lo conocían de cerca, afirman que Busti vivía para la política, que no había momentos en los que se desconectara. De una u otra forma, todo el tiempo se estaba ocupando de que esa maquinaria de poder que lo llevó tres veces al gobierno tuviera sus engranajes bien aceitados, averiguando, ordenando, desactivando la conflictividad interna, conteniendo.

Esa permanente conexión con el “trabajo” de construir y mantener poder le forjó una personalidad especial. Daba la impresión de nunca estar del todo relajado. Se le notaba sobre todo en cierto gesto involuntario, que se traducía en una mirada desconfiada. Eran los años en los que en los actos políticos se lo presentaba como el “líder indiscutido del peronismo entrerriano”.

Ese perfil se fue desdibujando con los años. Busti cambió mucho cuando se corrió de la centralidad del poder, después de haber presidido la Cámara de Diputados durante el primer gobierno de Sergio Urribarri y de fracasar en sus intentos de regreso al poder por afuera del PJ. La última vez, su última candidatura, fue cuando en 2015 secundó en la fórmula massista para la gobernación al actual senador Adrián Fuertes.

El Busti de los últimos años fue más descontracturado, más accesible. Menos desconfiado, más abierto a las críticas. Ya no tenía ningún poder que conservar.

 

El padre de la criatura

Es un lugar común definir a Busti como el padre del peronismo contemporáneo de Entre Ríos. Y es también una verdad. No cualquiera llega tres veces a gobernar la provincia de manera alternada, sin reelección, en base a una construcción incesante y cotidiana del poder, que no sabía de feriados ni de horarios.

Busti fue el dirigente que más gravitó en el peronismo entrerriano. De una u otra manera,  todos le deben algo. Pero el que más le debe es Sergio Urribarri, que llegó a gobernar Entre Ríos por decisión de Busti.

Urribarri iba a cuidarle el sillón por cuatro años.  Pero ya antes de asumir empezó la pelea que terminaría fracturando el peronismo entrerriano y con Busti expulsado del PJ por haber competido en contra del partido en los años más radicalizados del kirchnerismo con el que Urribarri se embanderó.

En las elecciones del 23 de octubre de 2011 Busti tomó el riesgo de romper con el PJ por primera vez en su dilatada trayectoria política. Le fue como a todos lo que intentaron resolver la interna en una elección general. El hombre que venía ocupando cargos electivos de modo consecutivo desde 1983 y signando la vida del peronismo y de toda la política entrerriana quedaba por primera vez fuera de carrera.

La Unidad Renovadora Peronista con la que se impuso en 1987 estaba sostenida en una concepción setentista. Pero con el paso de los años y el ejercicio del poder Busti fue corriéndose a la derecha del abanico ideológico. Aunque es difícil encasillar ideológicamente a un dirigente que tuvo al pragmatismo como guía de su acción política.

Los archivos electorales lo certifican. Después dar una dura pelea contra su delfín Urribarri y el kirchnerismo en el conflicto con las patronales del campo de 2008, en 2009 su esposa Cristina Cremer se convirtió en diputada nacional como candidata de la lista kirchnerista.

En 2013, Busti se alió con el PRO de Rogelio Frigerio y avaló la lista que convirtió a Alfredo de Ángeli en senador nacional y le permitió a Cremer la reelección como diputada nacional.

No hace falta recordar que Busti, como Urribarri y la amplísima mayoría de la dirigencia peronista entrerriana, acompañó al menemismo en los años 90. Y un poco después también: en las elecciones presidenciales de 2003, Busti se mantuvo prescindente y en la provincia donde aún era el “líder indiscutido del peronismo” ganó Carlos Menem.

Tras la asunción de Néstor Kichner –luego de la renuncia de Menem a una segura derrota en el balotaje- Busti se aggiornó y buscó como compañero de fórmula para las elecciones provinciales de noviembre de 2003 a Pedro Guastavino, cuyo capital político consistía en haber sido compañero de estudios de Kirchner en la facultad de Derecho.

¿Se llevó mejor con Menem o con Kirchner? Buscó mantener una buena relación con ambos. Fue más privatista con Carlos y más estatista con Néstor. Pero nunca fue menemista ni kirchnerista de paladar negro. Quizá simplemente porque se equivocó en sus apuestas internas: jugó con Antonio Cafiero en los años 80 y no promovió a Kirchner en 2003.

Como Montiel, Busti miraba con cierto recelo a la dirigencia nacional de su partido. Pero siempre fue más pragmático que el radical en materia económica: durante el menemismo, Busti acompañó la ola privatista, con su componente de corrupción incluido.

Ante todo, Busti era bustista, lo que vendría a ser algo así como un peronista clásico. Cuando ya estuvo fuera del poder ejecutivo provincial, llegó a decir que el kirchnerismo era “una deformación trágica del peronismo”.

Más menemista, o si se prefiere más neoliberal, fue el ex gobernador Mario Moine (Informe Domenicone/ ley 8.706) quien, con coherencia, hoy apoya a Rogelio Frigerio, que en los años 90 integró el gabinete económico de Carlos Menem.

Busti también fue socio de Frigerio, durante su enfrentamiento con el kirchnerismo. Ese pasado le pesaba en sus últimos días. Lo vivía como una equivocación, como lo expresó en la última nota que dio a Página Política.

En la reciente campaña electoral había confesado su simpatía por la disputa que estaba planteando en la interna de JxC el radical Pedro Galimberti. “Me recuerda a mi cuando era joven; no me paraba nadie, no me importaba nada”, le dijo a este cronista en la última conversación informal que mantuvo, una noche en la que quiso llamar su hijo, Pablo, (con las mismas iniciales que el autor de esta nota: PB) y marcó el número equivocado.

Charlas de domingo

En los años en que ocupó la centralidad de la escena política, Busti se había hecho una costumbre. Los domingos hablaba con Guillermo Alfieri. Además de buscar influir sobre el principal diario de entonces en la provincia, le interesaba conocer la mirada que tenía uno de los más agudos observadores que dio el periodismo entrerriano.

Alfieri conocía muy bien a Busti. En las charlas políticas que por aquellos años se improvisaban entre los periodistas de la redacción de El Diario, solía criticarle su estilo de construcción política, que no daba lugar al surgimiento de nuevos liderazgos, por temor a una traición.  A Montiel le criticaba lo mismo, pero le rescataba un perfil de estadista, con una visión de mediano y largo plazo de la que Busti, en la mirada del maestro de periodistas, carecía.

Fuente: Página Política
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