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Anatomista del poder

Rosario Romero, ministra de Gobierno de la provincia, tiene una trayectoria política que arrancó muy joven. Fue parte de proyectos políticos que soñaron mejores tiempos para la provincia. No siempre le salió bien. Pero conoce perfectamente las reglas de juego.
Luz Alcain
Por: Luz Alcain
@luzalcain

Difícil encontrar dirigente que conozca el poder como ella; que lo pueda asir casi todo en un puño. Difícil dar con quien sepa, como anatomista, repasar el esqueleto, conocer cada músculo, funciones y disfunciones de los órganos del poder que se asienta en el centro cívico de Paraná.

Lo conoce al dedillo. Sus claros y sus sombras. Tanto lo conoce que las veces que el poder le fue esquivo reconoció con los ojos cerrados la sucesión de acontecimientos que hicieron que así fuera. Y fue para ella un fallo inapelable. A otra cosa. Sabe que el poder tiene su recovecos, sus vueltas.

“Si el triunfo o la derrota no te imponen su ley y los tratas lo mismo, como a dos impostores”, la desafía uno de los versos del If, de Rudyard Kipling, impreso y enmarcado en una pared de su amplio despacho, en el Ministerio de Gobierno de la provincia.

Rosario Romero tenía 15 años cuando empezó a trabajar en el estudio jurídico de Aranguren, Pilnik, Krause, Legascue, uno de los más importantes en su época. Hizo el 5° año libre, en el Colegio Cristo Redentor, y arrancó su carrera de abogada en la Universidad Nacional del Litoral. A los 22 años estaba recibida.

Los ochenta

Llegó a la política desde la historia -que lee con devoción- y desde el derecho. La reapertura democrática la encontró en la militancia por los Derechos Humanos y en lo partidario fue protagonista del nacimiento del Partido Intransigente (PI) en Entre Ríos.

Para 1987, Romero fue la cara visible del PI en Paraná. Fue la candidata a la Intendencia en la boleta que llevaba para la Gobernación a Ricardo Irigoyen, secundado por José Ormache. En Paraná y otras localidades, así como en los cuerpos de la boleta para la Legislatura, el PI tuvo un poco más de preeminencia que a nivel provincial donde se alzó con poco más del 1% de los votos (6.429 sufragios) en un escenario de fuerte polarización (49% a 44%).

1987. Fue el año que marcó el inicio de la historia de Jorge Busti a nivel provincial, electo por primera vez al frente del Ejecutivo, con el triunfo del Frente Justicialista Entrerriano ante la boleta radical que llevaba a Emilio Lafferriere, adversario interno de Sergio Montiel. El mandatario radical terminaba así su primera gestión en la Casa Gris.

La joven intransigente ya era mamá de su primera hija, Aranzazú. Años después se integraría a las filas del PI que terminaron en alianzas con el peronismo. Y el peronismo en la provincia era Jorge Busti.

Los 90

Romero formó pareja con José Carlos Halle. Era el ministro de Bienestar Social de Busti, uno de sus puestos como funcionario antes de su paso de algunos años por la Justicia.

Hoy viven solos en la casa de calle Illia. Pero allí crecieron Aranzazú; Laura, hija de Halle, y los hijos en común, Victoria y Santiago.

Ella estaba cerca del peronismo, siempre. Pero desde el estudio, participando de algún caso resonante, en la defensa de encumbrados dirigentes del PJ (Orlando Engelmann, en la causa recordada como de Las Cajas de Alimentos). También actuó en demandas contra el Estado, fundamentalmente por casos de violaciones a los Derechos Humanos por parte de la fuerza policial que hoy tiene a cargo y que sigue teniendo cuentas pendientes con la Justicia como el asesinato de Gabriel Gusmán.

El Caso Cardoso, que la tuvo a Romero como querellante, sentó precedente: la Policía de Entre Ríos, acusada de matar a patadas al joven Juan Carlos Cardoso a la salida de un boliche en Diamante, fue separada de la Investigación. Romero logró que fuera Gendarmería quien produjera las pruebas que hicieron posible terminar en duras condenas.

Romero estaba cerca del peronismo. Pero no tuvo en toda la década despacho en Casa de Gobierno.

A la cocina

La conformación de la Alianza (Frepaso-UCR) la tuvo como protagonista y como encarnación de lo que no pudo ser. La Alianza no calaría en Entre Ríos tal como fue pensada por Raúl Alfonsín, Carlos Chacho Álvarez, Graciela Fernández Meijide.

El tablero de la Alianza se fue armando en un cuidado equilibrio de fuerzas y en un cronograma extenso de elecciones internas. Lo convenido en Entre Ríos era que la UCR ponía el candidato a gobernador; el Frente Grande el vicegobernador; el socialismo y la Democracia Cristiana ponían un par de nombres para la Legislatura y los concejos deliberantes. Las nóminas legislativas tendrían mayoría radical y de los seguidores de Chacho Álvarez.

El radicalismo tuvo su interna. Montiel le ganó cómodo a Arturo Etchevehere y a Juan Carlos Lucio Godoy, los más afines al espíritu de la Alianza. En el Frente Grande, la triunfante fue Rosario Romero que se impuso a las nóminas que llevaban para la Vicegobernación a Raúl Barrandeguy y a Roque Mario Tito.

Pero no hubo fórmula. Montiel pateó el tablero, eligió sin mediación partidaria a quien completaría su boleta: Edelmiro Tomás Pauletti, un abogado de Gualeguaychú sin preeminencia en la UCR. Montiel acusó a la candidata electa de haber surgido de una elección interna fraudulenta, argumento que le sirvió para impugnar a ella pero no a quienes fueron en su boleta y sí integraron el gobierno de la Alianza. Insólito era entonces ver a referentes del Frente Grande, electos en la boleta de Romero, aplaudir a rabiar los discursos de Montiel denunciando fraude.

Montiel también la señaló como bustista y el tiempo le dio la razón. Cuando terminaba la durísima gestión, en términos económicos, sociales y políticos, el caudillo radical vio como buena parte de las tropas progresistas pasaban a formar parte del peronismo de Busti. Romero integraba por primera vez una boleta del PJ, en 2003 como candidata a diputada nacional en los albores de la era kirchnerista.

Quedó por años una pintada que postulaba: “Montiel a la Gobernación, Rosario a la cocina”. Le costó ser mujer en política. Pero parece tener el cuero duro, sacudirse el polvo y seguir.

“Si puedes mantenerte en la ruda pelea / alerta el pensamiento y el músculo tirante /para emplearlos cuando en tí todo flaquea / menos la voluntad que te dice ‘Adelante”, le recita Kipling en el texto que cierra prometiendo: “tuya es la Tierra y todos sus codiciados frutos /y lo que más importa: ¡Serás hombre, hijo mío!” O mujer. Mujer en política. Mujer en los lugares que -como el suyo- no son los que se ceden a las mujeres: niñez, protección social, violencia de género, educación.

Le ha costado ser mujer en política. Y cree que en buena medida ha sido cuestionada por mujeres. Por eso elige no criticar públicamente a las dirigentes, ni aún con quienes tiene grandes diferencias. Por sororidad. Por estrategia.

La espada

Brillante como abogada, como legisladora, sagaz para leer los momentos, Romero fue a partir de entonces una de las mejores espadas de las versiones del peronismo en la Casa Gris. También en la Rosada, como diputada nacional de los albores de la década K, con Néstor Kirchner. Fue miembro informante de iniciativas que en aquel momento conmovieron las reglas imperantes en las instituciones.

Ocupó roles claves en las gestiones que se sucedieron en la provincia a partir de entonces. Fue Convencional Constituyente en un rol preponderante en las comisiones de Poderes del Estado, Régimen Municipal y Presupuesto. En la fractura del peronismo, estuvo con Jorge Busti en su crítica al kirchnerismo, fue fundadora del Frente Entrerriano Federal. Fue electa diputada provincial por esa fuerza pero se sumó a la bancada oficialista en la Cámara baja en tiempos de Sergio Urribarri.

Con el paso del tiempo, se ha convertido en la autora de leyes claves del régimen institucional de la provincia. No cesó nunca en la formación de cuadros para la administración del Estado, en sus tres poderes. Con más ímpetu en la Justicia, poder para el cual siempre suena su nombre. Sin embargo, prefiere estar donde está.

Llegó al puesto en noviembre del 2017 por decisión de Gustavo Bordet. Reemplazaba a Mauro, Mauro Urribarri, hijo del exgobernador, demasiado joven, demasiado cercano a la gestión anterior en tiempos de tirantez interna.

El Ministerio de Gobierno pasaba a estar en sus manos, ese puesto clave del reloj institucional. Y propios y extraños, amigos y adversarios -que no le faltan- parecieron decir: “Ahora sí esto es un Ministerio de Gobierno”. Con el tiempo, su imagen infunde respeto por los resortes que maneja. Niega saber los pasos de causas que tramitan en la Justicia, como se la señaló desde un sector del kirchnerismo.

Ha sido espada del poder. Pero salvo aquella vez en el Frente Grande, no ha elegido “liderar” en el peronismo un espacio, no ha elegido ir a buscar el voto de la gente. A futuro, su expectativa está puesta en la construcción provincial que pueda consolidar el intendente de Paraná, Adán Bahl. Ella ya está hace tiempo ahí, atenta al engranaje, tomándole el pulso al poder en Entre Ríos.

Séptima nota de una serie de perfiles que Página Política irá publicando en un espacio llamado “En foco”.






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