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Las otras desheredadas de la familia

Dolores pataleó, hizo un escándalo y su reclamo sigue por vía judicial. Pero hubo otras mujeres que no, que murieron sin reclamar su parte. Las tías abuelas Etchevehere. “Usos y costumbres” del patriarcado en su versión rural.
Luz Alcain
Por: Luz Alcain
@luzalcain

Aún después de ser desalojada de Casa Nueva, aún después de haber sido detenida por personal policial de la provincia de Entre Ríos, Dolores no se amilana en su reclamo a la familia Etchevehere

“Yo tengo un objetivo claro y único que es el que todo el caso Etchevehere quede develado. Soy una mujer sistemática y rigurosa. Voy a ir paso por paso. Se va a analizar cada acto de corrupción. No va a haber otro camino que ese. Conmigo no”.

Su convicción en su reclamo, su tono, no dejan dudas de que irá hasta las últimas consecuencias.

Escuchala en la nota con Sandra Miguez, por Radio UNER

Pero hubo en la familia otras mujeres desheredadas. Guardaron silencio, no reclamaron. Lejos de eso, naturalizaron que un hermano varón las despojara de todo.

Es el caso de las tías abuelas de Dolores. Seis mujeres hermanas de su abuelo, Arturo J. Etchevehere, quien fuera director de El Diario entre 1946 y 1982, convencional constituyente en 1933, ministro y candidato a vicepresidente.

El padre de los siete hermanos, el exgobernador Luis L. Etchevehere, crió al único varón, Arturo J, como el heredero de sus posesiones. Y así creció, así lo hizo, en desmedro de tres hermanas mayores y tres hermanas menores.

Cierto es que la acumulación de riquezas familiares fue obra de Arturo J. desde la gestión de El Diario y merced a sus vinculaciones en política. Pero lo que había, lo que era de sus padres, quedó en su poder. “Arturo se quedó con todos los inmuebles, pero a cambio se comprometió a ayudar económicamente a algunas de sus hermanas menores”, repasa el periodista Jorge Riani en El imperio del Quijote. La historia oculta de un diario que influyó en la política argentina que Editorial Fundación La Hendija presenta el miércoles a las 18 con transmisión en vivo desde su cuenta de Facebook.

Ese fue el compromiso de Arturo a cambio de quedarse con los bienes. Pero como en el capítulo de la historia que protagoniza Dolores hay acuerdos privados, escribanos y pactos no cumplidos.

Es lo que asegura su hijo, Ivar Etchevehere, Raucho, en entrevista con Riani. Cuenta que su relación con el padre “tiene un quiebre cuando él se comporta muy mal con las hermanas”. Asegura que ante escribano “hizo hacer un compromiso de la madre (Margarita Fernández de la Puente, viuda del gobernador) que él le iba a pasar una cuota y, a cambio de eso, ella le cedía los derechos de los campos”.

Bajo el argumento que su patrimonio corría riesgos de ser expropiado por el peronismo, distribuyó los campos y bienes a testaferros “amigos de él de Santa Fe”, cuenta en la entrevista Raucho que falleció el 25 de junio de 2019, a los 85 años, en Salto (Uruguay) donde residía.

Una de las tías abuelas murió muy joven. Las otras se llamaban Blanca, Angélica, Zulema, Graciela y María Luisa.

Patriarcado versión rural

La historia de Dolores, la de sus tías abuelas, se enmarcan en un arquetipo de las familias rurales en la Argentina.

De eso dio cuenta la periodista Luciana Peker en Infobae, a raíz del caso Etchevehere. “La propiedad de la tierra en Argentina se define por sexo”, escribe y menciona que en el país hay sólo “entre un 15% y un 20% de mujeres registradas como propietarias de la tierra.

Si la propiedad de la tierra en la Argentina es, fundamentalmente, por herencia tendría que ser equitativa sin necesidad de cupo: por sucesión. Sin embargo, el 80% está en manos de varones. La disputa de Dolores Etchevehere es el retrato del despojo de muchas hijas, hermanas y esposas desheredadas de su tierra.

¿En las familias con propiedades rurales tuvieron 8 de cada 10 hijos varones? No, pero sí parieron la discriminación como forma naturalizada de traspasar la tierra. La tradición -remarca Peker- indica que “el padre elige a quien entrenar para delegarle el control de la explotación y a las herederas les pagan un arriendo de amigos o mucho menor al valor real (y los hermanos varones controlan la propiedad), o les pagan estudios y las consideran amortizadas en su parte de la propiedad porque ellas pudieron estudiar, y otras son invitadas a dejar la explotación familiar porque se van a casar o tienen que vender su parte”.

Las hijas e hijos de mujeres se ven perjudicados si la dueña de la tierra era su mamá y se quedan más empobrecidos que sus primos: los hijos de los hermanos varones. La desigualdad también se hereda.

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